miércoles, 29 de febrero de 2012

La cuestionable retransmisión de Canal+ de los Oscar

Sigo a vueltas con los Oscar, especialmente desde que he empezado a meditar que si tan influyentes son los hermanos Wenstein a la hora de obtener premios, ¿cómo es que nadie se acuerda de ellos en los agradecimientos? Tremenda injusticia.

Cuando yo era joven, allá en el Pleistoceno, las retransmisiones de TVE de los Oscar no eran muy allá. Un año, el comentarista nos amargó la noche, arremetiendo contra la ceremonia, que según él no tenía razón de ser, y era casi para idiotas. Y claro, los casi idiotas que estábamos viéndolo sin dormir nos sentíamos bastante insultados.

Así las cosas, que estos premios pasaran a Canal+ en un primer momento fue una gran faena. Lo que antes veíamos gratis había pasado a ser de pago. A cambio, para que los suscriptores no se fuesen a mansalva, sí que es cierto que pasaron a cuidar la retransmisión bastante, con la competente locutora Ana García Siñeriz. En los últimos años, el amiguete Juan Zavala –gran periodista integrante de Lo que yo te diga– conducía bastante bien la velada. Pero este año, desgraciadamente, no estaba Zavala –que la semana pasada ganó un Goya con un corto documental–.

Y se notó mucho. La nueva conductora era Manuela Velasco, protagonista de [Rec], que no sólo parecía almidonada, sino que no se aclaraba mucho sobre cuándo finalizaban las pausas americanas, y tenía que dar paso a la ceremonia. Para no dormirse habría hecho falta que hubieran tratado de comérsela unos zombies, como alguno de los contertulios sugirió. Éstos tampoco eran un dechado de virtudes. Un tal David Broncano, al parecer monologista, no paraba de hacer gracietas absurdas y poner caras raras, al director de Cinemanía, Carlos Marañón, se le daba mucho mejor el fútbol y Pepe Colubi no estaba especialmente inspirado, por lo que sólo recurría al humor subido de tono y grosero, menos cuando explicó como ocurrencia propia que en el recuerdo de los fallecidos tenían que haber citado a la Mona Chita, chiste que llevaban retuiteando los internautas toda la noche.

Con respecto a Twitter, uno de los invitados se indignó muchísimo, porque pedían opiniones de los usuarios, y éstos decían la verdad, que los comentaristas le parecían sosos y aburridos. Pues el tipo, visiblemente enojado, dijo que sólo le llegaban insultos... ¿No sabe lo importante que es saber encajar las críticas? ¿Esperaba elogios hacia su enorme talento?

Pero lo más significativo de la retransmisión, según mi humilde juicio, es que el mayor representante cinematográfico del grupo mediático al que pertenece Canal + en Twitter, llegó a escribir que la retransmisión –elaborada por su misma empresa– era aburridísima. Y tenía razón.

martes, 28 de febrero de 2012

¿Sabía Mark Wahlberg quién iba a ganar en los Oscar?

Pasé la reciente noche de los Oscar 'tuiteando', que es gerundio. ¡Retuitanos! Y resulta que 'tuitter' estaba más animado que la retransmisión española de la ceremonia, que merecerá su propia entrada en el blog mañana (ésos no se van a librar).

Por ejemplo, Eva Hache tuvo los ovarios (palabra de honor) de escribir "¡Qué fuerte! Billy Crystalme copia", tras el vídeo del presentador introduciéndose en las películas nominadas, como si Crystal no llevara años haciendo eso, como si los guionistas españoles no se hubieran inspirado en él, y como si los Goya en su totalidad no fueran un triste intento de imitar los premios de la academia americana. ¡Qué fuerte!

Delirios aparte, otro de los que animó (involuntariamente) la noche 'tuitera' fue Mark Wahlberg, que le había dicho antes de la gala al periódico The Huffingston Post que ya sabía quién iba a ganar los Oscar:The Artist iba a ser la mejor película, Jean Dujardin el actor principal,Christopher Plummer el actor de reparto, etc.

"¿Son ésos los que usted quiere que gane?", preguntó la periodista. "No, no, son los que van a llevarse el Oscar", dijo Wahlberg. "Es que tengo un amigo en PriceWaterhouse (la consultoría que cuenta los votos) y me lo ha soplado todo". Como es lógico suponer, esto fue muy comentado por los tuiteros la noche del domingo.

Intrigado, he decidido quedar con Mark Wahlberg para que los lectores de DECINE21 se enteren de la verdad, y también para saber si le habían soplado la próxima combinación ganadora de la Primitiva, que la crisis aprieta...

No, no ha sido así. Confieso que la verdad es que desde hace unos días tenía programada otra entrevista con Wahlberg, con el que ya había estado dos veces, y que anda de promoción en España de Contraband, un entretenido thriller. Y claro, estaba deseando aprovechar la ocasión para interrogarle sobre este asunto.

Se ha llevado las manos a la cabeza al escuchar la pregunta. "¡Era una broma!", ha dicho Wahlberg. "Lo que pasa es que se lo dije todo a una periodista que no tiene ni un mínimo de sentido del humor. Pensé que tendría su gracia porque este año estaban bastante cantados todos los que iban a ganar, y que la gente captaría la ironía. Pero no ha sido así". El actor estaba asustado ante la repercusión de sus palabras. "Pero si PryceWaterhouse tiene más seguridad que la CIA y el FBI juntos... ¡Ya no vuelvo a gastar ninguna broma!".

Yo por mi parte, al final he visto clara la solución a la crisis. Me voy a ir a vivir a su país. Su peli es un remake de la cinta islandesa Reykjavik-Rotterdam, pero han cambiado la motivación del protagonista, que en el original se reconvertía en contrabandista, porque se quedaba en paro y no tenía dinero ni para pagar el piso, y aquí delinque para ayudar a su cuñado, que se ha metido en líos. "Es que era más creíble, ¿no? ¡Si te quedas sin trabajo te buscas otro", me ha comentado. "Bueno, eso será en Estados Unidos", le he dicho entre risas.

Por cierto, Wahlberg -que reconoce que de joven era un 'viva la vida'- se ha convertido en un tío muy majo y responsable. Tanto es así que ha sido capaz -tomad nota los otros- de darnos las entrevistas por una vez, antes de la hora de comer, que los periodistas también tenemos derecho. Incluso ha llegado quince minutos antes de lo esperado "Happy 'siesta'", me ha dicho cuando se iba. "No volveré a hacer bromas".

miércoles, 22 de febrero de 2012

La patata presumida de Mauro Entrialgo

Mauro Entrialgo nos ha alegrado a los friquis la vida con sus particulares y encantadores dibujos pop desde hace mucho tiempo, en mi caso desde sus años en la revista Makoki, donde él empezó a publicar cuando yo tenía 10 años. Acudo (con el carismático Raúl Rolo, que me avisó del evento) a la presentación en un céntrico café madrileño de su excelente y mastodóntico recopilatorio, "El dibujosaurio".

Me dan que pensar las palabras de Lorenzo Pascual, de Diábolo Ediciones, al presentar el acto, pues señala muy acertadamente que en su caso cuando empezó a seguir las ilustraciones de Entrialgo, era un niño que ni se imaginaba que tendría algún día una relación profesional con su ídolo, y que éste le parecía entonces (como también a mí) un adulto mucho más mayor que él. Y ahora, el ilustrador de Vitoria debe andar por los 46 ó 47 años, parece estar en plena forma, y mantiene un look muy pop y juvenil, por lo que ahora parecemos nosotros más viejos que él. Curioso que el tiempo resulte ser tan relativo.

Hasta ahora siempre he pensado que las creaciones de este gran dibujante, como "Herminio Bolaextra", "El demonio rojo", "Tyrex", "Alter Rollo", "Ángel Sefija" y dibujos varios (no se sabe muy bien de dónde saca tantas ideas para publicar semanalmente), se bastaban y se sobraban por sí mismas para hacer reír, y también pensar un poquito sobre la realidad social. Pero resulta que ganan todavía más explicadas por el propio Entrialgo, que en persona es realmente hilarante.

Nos contó a los presentes el origen de muchas de las obras que aparecen en "El dibujosaurio", algunos desencuentros con editores (muchos son casi tan espantosos como los de libros de cine), anécdotas varias de concejales de cultura que le cambiaban detalles de sus obras para justificar su sueldo, etc. "No sé por qué a veces algunas empresas han contratado a otros ilustradores para imitar mi estilo. ¡Se deben pensar que soy caro!".

La patata que se preparaba para ir a la 'disco'

Por ejemplo, recordó –es difícil contar esto con la gracia que tiene él– que los hermanos Izquierdo, que se dedicaban a distribuir patatas, requirieron sus servicios para dibujar un cartel que esperaban colocar en las tiendas, con el objetivo de contar a los futuros compradores que la cosecha de patatas de ese año iba a ser excelente. Ellos mismos le habían dado la idea de que saliera una patata maquillándose y acicalándose (se puede ver la ilustración final acompañando este texto) para ir a la discoteca.

Así que el hombre "se lo curró", se inventó que se pudiera ver el local al que iba a ir la patata desde la ventana, para contar todo en un mismo dibujo, y la verdad es que le quedó un póster simpático. Cuando quedó con los Izquierdo para entregarles el material, dice que fueron muy cordiales, y también que le pagaron puntualmente, pues los pequeños empresarios son por norma general mucho más honrados que muchos de los grandes, que a veces se resisten a cumplir sus compromisos... Y aunque la reunión fue grata, Entrialgo notaba que algo no acababa de funcionar, como si a sus jefes no les cuadrara algo.

Pasó el tiempo, y Entrialgo se extrañó de que las tiendas tardaban en poner el cartel. Como al cabo de algunas semanas seguía sin estar, acabó preguntando qué había pasado con su creación.

–Es que uno de los empresarios tenía un hijo pequeño. Y resulta que el chaval estaba bastante desconcertado con el dibujo –le contestaron al perplejo ilustrador.

–No entiendo, ¿por qué? –dijo Entrialgo.

–Es que el niño no acaba de entender muy bien cómo es posible que una patata... ¡puede tener un gato!

O sea que al chaval le cuadraba que una patata tuviera piernas y brazos, que se pintara los labios frente al espejo, que usara secador, que fuera a la discoteca, etc. Pero lo del gato le tenía asustado... Es curiosa la infancia... En cualquier caso, aquel que tenga conocimiento de alguna presentación de Entrialgo, que no deje escapar la ocasión de acudir. Por cierto, resulta ser un tío estupendo, que hasta me ha pasado el dibujillo de la patata para que lo pueda poner en el blog.

lunes, 20 de febrero de 2012

Los 12 guarros: Reivindicación del cine varonil

No gana uno para disgustos últimamente cuando acude al cine, sobre todo desde que a Spielberg le ha dado por rodar una peli de animales, recuperando la gloriosa tradición de la saga de Lassie, El corcel negro, Beethoven y bodrios similares. Confieso, como hizo el bloguero Hildy hace poco, que tampoco soporto las películas de perros, ni tampoco de gatos, caballos o cualquier animal que no sea un tiburón o un dinosaurio que coma personas. Pero como es de Spielberg, al que adoramos todos los apasionados del cine fantástico, y me juran que el caballo no habla, decido verla...

Cierto es que el maestro ha rodado el mejor film equino posible, y demuestra un vigor visual, un talento y una veteranía inigualables, pero todo me suena a ya visto en su cine. Y es que viene a ser E.T., el extraterrestre, con un homenaje al momento 'flying' incluido, pero sustituyendo al alien por un caballo, del que el niño se separa por la guerra, estilo El imperio del Sol, y con una carga de infantería muy potente pero que nadie ha visto sin pensar inmediatamente en el principio Salvar al soldado Ryan. Se podían haber ahorrado, eso sí, el momento 'Heidi', con huérfana acogida por su abuelo con barba blanca en la montaña.

Así las cosas, uno podría pensar como Homer en un célebre capítulo de Los Simpson. Tras sufrir una decepción fílmica encuentra en el videoclub una peli de Clint Eastwood, un valor seguro del cine viril –le dice a su hijo–, pues siempre mata a mansalva en sus películas. Desgraciadamente, el film en cuestión resulta ser La leyenda de la ciudad sin nombre, donde para desesperación del gran Homer resulta que Clint canta...

Me meto a ver lo nuevo del tito Clint, que sí entiende al público masculino hetero y en general a los que nos aferramos a continuar con la mentalidad de la Era de las Cavernas. Pero resulta que nos ha abandonado y J. Edgarpasa por encima de la captura de Al Capone y similares y se centra mucho más en la homosexualidad reprimida del protagonista (no en vano tiene como guionista al excelente Dustin Lance Black, ganador del Oscar por Mi nombre es Harvey Milk).

Vuelve el hombre, con once amigotes

Deprimido tras dos horas de Leonardo DiCaprio lloriqueando porque su madre le domina, entro en una profunda crisis cinéfila. Así, no me queda otra que repetir el ritual que me hace reafirmarme en mi hombría cinéfila desfasada, decadente y políticamente incorrecta: el visionado de Doce del patíbulo, la cumbre del cine machote.

En mi opinión, deberían haber optado por una traducción literal del título original, o sea "Los doce guarros", que se llaman así porque su líder, el mayor Reisman les prohíbe asearse hasta que no acabe la película.

Atención al repartazo de macho-men, pero de los de verdad. El tal Reisman no podía ser otro que el gran Lee Marvin, que con su aspecto simiesco y voz gutural se habría comido a La Roca, a Jean-Claude Van Damme y aSteven Seagal todos juntos. Le acompaña el cara de "pocas tonterías si no quieres que te dé una somanta de palos"Charles Bronson, genial como el ex minero Wladislaw, que ni se lo había pensado dos veces a la hora de pegarle a un tiro a un oficial que mandaba mucho, porque se largaba con el botiquín. "Sólo cometió un error: Permitió que alguien viera cómo lo hacía".

Siempre me ha encantado el personaje del gigantón Clint Walker, un 'cacho pan' adorable, simpático y tranquilo, salvo porque tiene el pequeño 'problemilla' de que le entra la locura si alguien le empuja. Había cometido semejante insensatez un desgraciado al que él, de un solo puñetazo, le empotró la mandíbula en el cerebro.

Completan el elenco el ex jugador de fútbol Jim Brown, una bestia parda que interpreta a un negro que había aniquilado a unos racistas asquerosos que querían castrarle, un jovencísimo Donald Sutherland, los veteranísimos Ernst Borgnine y George Kennedy, y el gran John Casavettes, cuyo personaje es un gángster que se llama Franko, así que para evitar complicaciones políticas en la España de la época le rebautizaron en el doblaje como Frankie.

Y tras volver a visionar esta reafirmación de la masculinidad ya vuelvo a ser yo mismo. Si a alguien no le gusta Doce del patíbulo, que lo diga y yo le comentaré dónde podemos quedar para discutirlo como hombres. El próximo fin de semana veré Grupo salvaje.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Día de los Enamorados con Harry Potter

Antes de nada, les deseo que tuvieran un estupendo San Valentín a aquellos que se sienten enamorados y tienen a su media naranja todo el día en sus pensamientos, aunque dada la naturaleza 'ultrafriqui' del blog probablemente estemos en mayoría las almas atormentadas y solitarias, los que pasan más tiempo frente al "Halo" que hablando con su chica, y aquellos a los que una chica les dijo "escoge: el rol o yo", y escogieron el rol.

El caso es que mientras la gente dedicaba el Día de los Enamorados a estar con su 'churri', yo lo pasé con Harry Potter, el sueño de las numerosas adolescentes que habían montado guardia frente al céntrico hotel donde éste se hospedaba en Madrid, a pesar de que hacía un frío importante. Padres, de verdad, preocupaos un poco por vuestros hijos...

Había venido a promocionar La mujer de negro, que supone la resurrección de la Hammer, el sello legendario británico del fantaterror. Interpreta a un viudo con un niño en una entretenida historia de fantasmas al viejo estilo.

Harry resultó ser un chavalote de lo más simpático, muy inteligente y nada creído. "El actor no puede sentirse el más importante, porque es el que menos trabaja de todo el equipo. Se incorpora al proyecto cuando algunos llevan meses, incluso años, trabajando en él, y se va antes de que empiece el montaje", le comentó a una compi con más habilidad para sacar declaraciones interesantes que yo.

A mí me sorprendió gratamente su trabajo en secuencias de gran tensión sobrenatural 'in crescendo' en las que debe mostrar las reacciones de su personaje sin hablar. "No había visto nunca un guión con quince páginas sin diálogos. Pensaba que era muy original y que íbamos a dar la campanada con eso. Pero luego se nos adelantó The Artist, que nos ha dejado a la altura del betún, ¡porque ahí no habla nadie en todo el libreto!", me dijo Harry, con una inesperada vena para el humor.

Creo que le llamé Harry un par de veces, pues ni me acordaba de que se llamaba Daniel Radcliffe. Pero eso no es nada. El día anterior me saludó en una entrega de premios Juanjo Artero, que demuestra que es un actor potente en No habrá paz para los malvados, y le dije "hola, Javi", convencidísimo de que se llamaba así. Mucho después pensando, me di cuenta de que había metido un poco la pata... En fin, al fin y al cabo este tío ha sido uno de mis grandes ídolos de la infancia.

La verdad es que he tenido unos días últimamente de lo más surrealista, pues antes de mi encuentro con Potter os aseguro que vi una película con el pobre Michael Caine subido en una abeja digital gigante con "La Roca", que en otra secuencia hace rebotar las cerezas que le tiran moviendo los pectorales. Todo eso me ha dejado muy impactado. La película -os lo digo para que no os acerquéis al cine en 500 metros a la redonda- era Viaje al centro de la Tierra 2: La isla misteriosa, cuyo título también tiene narices, pues viene a ser algo así como "El fantasma de Canterville 2: La importancia de llamarse Ernesto" o "Romeo y Julieta 2: Hamlet".

lunes, 6 de febrero de 2012

"Diario de invierno", el libro-excusa de este año de Paul Auster

Este fin de semana hemos sufrido una temperatura singular, que según cierta chicarrona del norte atendía a lo que en su tierra suelen denominar coloquialmente "tiempo para ir a ver a los pelotaris y hacerse unos largos en la playa de La Concha", aunque yo me decantaría más por la definición "un frío no sé si de pelotaris, pero sí de pelotas". El caso es que puse la calefacción a toda potencia y me quedé en casita para, entre otras cosas, leerme el último trabajo de Paul Auster.

Obviamente sospechaba lo que me deparaba el azar. Desde hace unos años, Auster juega a esquivar la escritura de lo que se podría llamar 'novela', en concreto desde "Brooklyn Follies", de 2005, repetitiva pero 'novela' al fin y al cabo. Desde entonces, escribe más bien 'excusas', obrillas premeditadamente menores, que aún así los incondicionales nos inyectamos en vena con pasión.

En "Diario de invierno" toca otra vez su palo autobiográfico, o sea que estamos una vez más ante el Auster de "La invención de la soledad" y "A salto de mata". Y como era de esperar, sigue su línea: que si ahora impresiono a los lectores con mi dominio de la técnica, usando la segunda persona, que siempre suena con mucha fuerza, que si me he inventado una estructura superchula que incluye un repaso por toda mi vida ordenada según todas las casas en las que he vivido, y punto pelotari. Pero en el fondo, nada de nada. Vamos a comprar el libro igual, así que para qué esforzarse.

Me comenta mi amigo Raúl Rolo, que Auster viene a firmar sus obras a Madrid el 23-F. Uno tiene la tentación de ir a verle, sobre todo para decirle un par de verdades acerca de estos añitos que lleva evadiéndose de sí mismo... La verdad es que tengo una enorme curiosidad acerca de qué me contestaría.

Sí, amigos, yo voy a cometer el sacrilegio de parodiar a Paul Auster. Sé que se trata de un acto reprobable, y que me van a dar la del pulpo, pero me siento con derecho a hacerlo, ya que estoy tan enganchado a sus libros que tengo la sensación de que vive de los 20 euros que le donamos cada año, yo y otros pazguatos como yo. Y sí, efectivamente, no sé que tienen sus obras que a pesar de lo que le critico, sigo inyectándomelas en vena.

"La ciudad de la azarosa soledad", por Paul Auster

1

Tú te pones a firmar tus obras mientras reflexionas sobre la suerte que tienes, pues contra más cortos son tus libros más extensa es la fila de seguidores que se forma. Inmediatamente reparas en aquel perturbador individuo con pinta de bloguero de poca monta que tiene la mirada fija en ti, como si llevara mucho tiempo esperando aquel encuentro, y estuviera dispuesto a aprovecharlo a fondo.

Quizás pudiera esconder algún cuchillo entre sus ropas, aunque lo único que distingues es un ejemplar de tu última creación -por algún extraño motivo que se te escapa evitas referirte a ella como 'novela'- que sobresale por uno de los bolsillos de su abrigo barato. Tras veinte minutos de tópicos halagos y de recuerdos para Siri y para Sophie, le llega el turno sin que haya dejado de observarte como si se hubiera olvidado hasta de parpadear.

2

Igual nada de esto fue real. No importa si todo pudo ser diferente o si todo estaba predeterminado. Lo importante es la historia misma y que nunca había estado tan asustado en una comparecencia pública. Aquel tipejo se puso a mi lado pero no me tendió el libro para que se lo firmara como era lo habitual, sino que me señaló con el dedo. Habló a gran volumen, para asegurarse de que la gente de alrededor le escuchara.

-Hola, amigo, ¿Es usted Paul Auster? -me preguntó en un tono colérico.

-¿Quién? -le respondí.

-No lo entiende, es una cuestión de vida o muerte. ¿Es usted el hombre que se hace llamar Paul Auster?

-No, en realidad no -era un error muy común, aunque yo estaba tan intrigado que decidí poner las cartas sobre la mesa a ver si le sacaba alguna respuesta- . La verdad es que yo escribía novelas de misterio, pero un día vino un editor y me pagó por hacerme pasar por Paul Auster. Me lo jugué a cara o cruz y me salió que aceptara el encargo, así que desde entonces vivo feliz imaginando que soy el tal Paul Auster.

-¿Y cuál es su verdadero nombre? -me sorprendió tanto la pregunta que no supe qué contestar.

Me llevé la mano a la cartera. En cuanto la abrí me di cuenta de que contenía un taco de carnets de identidad con diferentes nombres, aunque todos llevaban mi fotografía. En un breve lapsus de tiempo, decidí barajarlos todos, como si fueran naipes, y escoger uno. Leí el nombre elegido en voz alta.

-Juan Luis Sánchez. En realidad, mi verdadero nombre es Juan Luis Sánchez.

-Vaya, entonces no me sirve usted de nada -me dijo aquel señor, antes de darse media vuelta y perderse entre los numerosos presentes que me hacían fotos con el móvil. Me dejó tan intrigado que durante unos momentos me abstraje en mis propios pensamientos. ¿Qué debía hacer?

Temeroso de que pudiera perderle de vista, me levanté súbitamente dejando plantada a una señora que me decía que quería que le firmara tres ejemplares para sus nietos. Tenía que alcanzarle, así que también ignoré a otro de los presentes, entusiasmado porque según sus propias palabras llevaba años soñando con verme en persona a mí, que había escrito "La carretera", su libro favorito. "¿Adónde va ese yanqui pesado? ¿No le habrá surgido la urgencia de rodar otra de sus peliculitas?", gritaba mi editor mientras el auditorio dejaba escapar un murmullo reprobatorio hacia mi súbito plantón.

3

El escritor abandonó corriendo la sección donde tenía lugar el encuentro con sus lectores. Pasó a toda velocidad por la sección de ropa interior adyacente y por la de oportunidades pero le había perdido de vista. En cuanto se dio cuenta, atravesó la puerta de la calle y estaba en el exterior.

Lo que pasó entonces no tenía explicación. Pensó que era un espejismo. Pero no, allí había dos individuos absolutamente iguales al que perseguía. Ambos tenían idénticos rasgos y el mismo metabolismo, e incluso iban vestidos de la misma forma. Cada uno llevaba un libro en el bolsillo, pero caminaban en direcciones distintas. Decidió que la elección que tomase sería fruto del azar. Como no había forma de estar seguro se decantó por el que tenía a su izquierda.

El que eligió caminaba lentamente, como si no tuviera prisa por llegar a un sitio determinado. El ritmo de aquel desconcertante hombre no era un problema para Juan Luis Sánchez, pues le gustaba pasear, así que disfrutó del trayecto por el centro de Madrid, donde hacía una temperatura siberiana más gélida incluso que la de su querido Nueva York. Al final, el espiado se metió dentro de un hotel, por lo que Juan Luis Sánchez decidió esperar fuera, durante un rato, a ver si volvía a salir. Como no regresaba, tomó la determinación de que al día siguiente estaría haciendo guardia desde la primera hora. Le seguiría un día y otro hasta que se resolviera el misterio...

Dedicado humildemente con admiración-decepción, y amor-odio al gran-insignificante Paul Auster.