jueves, 28 de mayo de 2009

No saber perder

Devoro una novela agridulce de David Trueba titulada Saber perder, pero estos días me estoy dando cuenta de que ya nadie sabe perder. Cuando yo era pequeño, era ya un perdedor y tiraba de un manotazo todas las piezas del ajedrez porque me habían hecho jaque mate. Pero también me daba cuenta de la grandeza de aquellos que perdían noblemente, sonreían e incluso felicitaban al ganador. Intenté imitarles y disimular el enfado de perder, pero ahora resulta que aquello de que lo importante es participar, que decía el barón de Coubertain, está ya más pasado de moda que la Arielita, a juzgar por las reacciones airadas que han tenido últimamente varias personas a quienes no les ha sonreído la suerte.

Por ejemplo, a Cristiano Ronaldo no le hizo mucha gracia que su equipo, el Manchester, perdiera ante el Barça la final de la Copa de Europa. por eso le hizo una fea entrada a Puyol, jugador rival, que le valió la tarjeta amarilla. “El Barça no mereció ganar en semifinales ante el Chelsea”, declaró este ilustre representante de la deportividad, y los valores deportivos. Pero bueno, ¿no sería mejor que te preocuparas de por qué tú no mereciste ganar la final –eso sí que está claro– y por eso la perdiste?


¿Y qué decir de Susan Boyle? La desaliñada participante de Britain's Got Talent, el programa británico tipo Operación Triunfo, ha sido el fenómeno de la temporada, ha salido en la prensa de todas partes, y ha pasado de ama de casa a celebridad. Pero no supo encajar quedar segunda en su programa, y estalló. Tras ponerse a gritar detrás del escenario que odiaba el programa, y tirarle agua a un colaborador, tuvo que ser ingresada en una clínica psiquiátrica.

Más delito tiene nuestra afamada representante en el festival de Eurovisión. Porque vamos a ver, si no sabes perder, ¿por qué te presentas a Eurovisión? Pero si no ganamos nunca desde los tiempos de Salomé (1969) y Massiel (1968) de quien se dice últimamente que TVE compró los votos para que triunfara. Si fuera por mí, ni nos presentaríamos ni nada, no merece la pena el esfuerzo. Nos habríamos ahorrado 20.000 euros que fue lo que costó mandar a Soraya a Eurovisión, según ha declarado en el congreso Luis Fernández, presidente de la corporación RTVE. Seamos serios. Ni el mayor optimista del mundo se creería que España puede ser favorita en Eurovisión, aunque mandáramos a un coro celestial. Este año en concreto había que estar loco para apostar por Soraya, que no canta mal, pero que interpretaba una canción más hortera que un cerdito con un lazo rosa y una muela de oro. Pero si quedamos demasiado bien. ¡Penúltimos! Creo que las votaciones fueron un poco injustas con los que quedaron después de nosotros. Nos fue incluso peor que con la bufonada de Chikilicuatre. Pues a Soraya ser penúltima no le ha sentado bien, así que le echa la culpa a TVE. “Es un castigo de Europa a TVE, porque no retransmitió la segunda semifinal”, ha explicado. “Europa se enfadó y empezaron con represalias” ha dicho la artista, y posiblemente se creerá que tiene razón, aunque por lo que tengo entendido la mitad de los votos los hacen por teléfono los fontaneros, oficinistas y ciudadanos de países como Lituania, que posiblemente no sepan si la semifinal de marras se ha emitido en España.

Por su parte Uribarri, el hombre que retransmitía Eurovisión desde que yo era pequeño –hace tantísimo tiempo que la televisión era en blanco y negro y no existían los móviles–, tampoco se ha tomado con humor que le hayan jubilado por fin. Uribarri acusa a su sustituto, José Luis Guzmán, de haberle menospreciado, y de hacer predicciones “con errores garrafales”. ¿Pero es que este hombre quería morirse retransmitiendo Eurovisión? Uribarri, deja paso a las nuevas generaciones, que yo cuando me jubilé me haré viajes del inserso, no pienso ni leer al que me sustituya en la blogosfera escribiendo artículos sobre la actualidad que nos depare el futuro.

Pero el que se lleva la palma (o mejor dicho no se la lleva) es nuestro Pedro. Al manchego más universal después del Quijote no le ha debido sentar demasiado bien no llevarse la Palma de Oro en Cannes, pues a continuación se enrabietó y lanzó una diatriba contra el corrosivo Carlos Boyero. Sí que es verdad que este crítico de El País no se distingue especialmente por su elegancia, pues sus comentarios eran bastante hirientes. Cuando se proyectó en la sección oficial la película del realizador, escribió en su periódico que no iba a volver a verla: "No soy masoquista, no voy a ver otra vez Los abrazos rotos". En su blog, Almodóvar puso a caldo al cronista: "Boyero no escribió una crítica de Los abrazos rotos. Al texto que esbozó en su periódico se le puede calificar de cualquier cosa excepto de crítica cinematográfica. (...) emplea el 75 por ciento del espacio para despotricar sobre mi persona (lo que ni siquiera es una novedad, porque lleva casi treinta años haciéndolo.

Pues bien, como crítico de cine entiendo que Boyero hace muy bien en decir lo que piensa. Lo que no comparto es su lenguaje brutal y descarnado que efectivamente le ha convertido en el crítico más popular (como a Losantos en el comentarista radiofónico más popular). Pero aunque defiendo a capa y espada la libertad de expresión, a mí no me parece que ofender e insultar sea demasiado ético. Lo que no acabo de comprender es por qué alguien de la talla de Pedro Almodóvar se rebaja a entrar al trapo en este asunto. ¡Pero si ha sido oscarizado y los americanos le tienen como el nuevo Fellini! Debería darle igual esta 'pecata minuta'. Pero en fin, ya sabemos que Almodóvar se fue de la Academia de Cine española después de que no se le premiase en una edición de los Goya, porque según dijo, no estaba de acuerdo con el sistema de votación. Almodóvar es otro ejemplo de mal perdedor.