viernes, 30 de septiembre de 2011

Una tarde en "Otra Tierra" y en el teatro

Ayer tuve un día estupendo cinematográficamente hablando, pero no tan estupendo en otros aspectos. En primer lugar fui a ver Otra Tierra, memorable film de ciencia ficción en donde de repente aparece en el cielo un planeta, idéntico al nuestro, que según los científicos tiene los mismos continentes y las mismas ciudades, en teoría también los mismos habitantes, o sea una réplica de nosotros mismos. Supone el debut del prometedor Mike Cahill, que tuvo una buena acogida en Sundance, y que ha rodado el film con cuatro pesetas, o quizás con cuatro dólares, pero acierta al centrarse en la historia de dos personajes muy humanos, mientras que los elementos fantásticos están muy bien aprovechados.

Después me fui tan contento al teatro, actividad que adoro pues al tener delante a los actores, todo es mucho más intenso, más real... También es más caro, pues costaba 22 euros ir al Teatro Español a ver a Ana Fernández, mi adorada protagonista de Solas, que encabezaba el cartel de "25 años menos un día", del cordobés Antonio Álamo, que era, no sé si seguirá siendo, director del teatro Lope de Vega de Sevilla. ¡Es bueno apoyar a los autores contemporáneos!

Una experiencia indescriptible

Sin duda, es la peor obra que he visto en mi vida. Es mi deber advertir al mundo. Es de teatro dentro del teatro, pues una compañía representa un texto, de un autor inglés P.D. Green (que se pronuncia algo así como 'pidigrín') que supuestamente existió e inspiró a grandes autores como Harold Pinter, pero su obra es una soberana tontería sobre un tipo que enloquece y repite una y otra vez sin gracia ninguna la frase 'the tea is ready'. Un narrador pesadísimo que se empeña en soltar parrafadas interminables describe todo el tiempo lo que están haciendo los actores de la supuesta representación, lo cual es reiterativo e innecesario y rompería el ritmo que tendría la representación de no ser porque los actores son espantosos, como para llamar a la policía y que detenga el espectáculo por el bien de los ciudadanos. Y se supone que en la ficción actúan nada menos que en el Old Vic, ahí es nada, donde el director artístico es el mismísimo Kevin Spacey. ¡Si llegan a pisar el escenario de esa mítica sala londinense les echan a gorrazos!

Encima de lo malo que era todo, el autor se empeña en hacer muchísimos chistes sobre la escasa calidad de la obra que se estaba representando. "Los críticos estaban divididos, pues algunos pensaban que la representación era mala y otros que era espantosa", decía el soporífero narrador. 'Y tenían razón esos críticos' pensaba yo. "P.D. Green se había empeñado en escribir el peor primer acto de la historia de la escena", decía el insufrible individuo. 'Pues lo ha conseguido', me dije mentalmente. La novena o décima vez que el autor se ponía a caldo a sí mismo mediante su texto os juro que estuve a punto de levantarme y gritar a voz en grito: ¡Que sí, que esta función es un bodrio bochornoso, ya nos habíamos dado cuenta nosotros solitos! Supongo que es lo que busca el escritor, porque sino no es posible.

Durante una década los buenos aficionados al teatro evitábamos el Español porque ahí el director Gustavo Pérez Puig se empeñaba en destrozar clásicos extraordinarios como "Cyrano de Bergerac", con ayuda de Juan Carlos Naya, que las protagonizaba todas y que era peor actor que Chuck Norris. Pues bien, ayer hasta les eché de menos, ¡tenían más nivel que los de ahora!

Por cierto, me pregunto que si se puede aplaudir al final si te gusta una obra, ¿está permitido también abuchear y patear si te ha parecido lamentable? Sería de justicia, ¿no?

En fin, lo malo del teatro es que es caro y hay que escoger muy bien qué vas a ver. Y todo el rato pensaba que si existe de verdad otro planeta igualito a este donde viva una réplica mía, el pobre lo debió pasar fatal ayer en el teatro al igual que yo.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Versiones alternativas de "Los tres mosqueteros"

Siempre le extraña a todo el mundo que Los tres mosqueteros sean cuatro, no tres, aunque a mí eso siempre me ha dado igual. Lo que de verdad me tiene bastante intrigado desde niño es que se llamen 'mosqueteros', pero nunca les he visto con mosquete. Llevan siempre espadas, eso sí, pero nada más. Es como si fueran paracaidistas, pero no llevaran paracaídas, ¡pues vaya mierda de paracaidistas!

El caso es que he ido a ver si llevan mosquete, por una vez, en la nueva versión cinematográfica de la obra de Dumas, que se estrena el viernes. Resulta que no les hace falta el mosquete porque usan material mucho más sofisticado, ¡hasta ametralladoras!

El director es Paul W.S. Anderson. Por desgracia no se trata del Paul Anderson de Pozos de ambición, sino que es el de Resident Evil. En lugar de adaptar su estilo al relato, ha decidido llevarse la narración a su terreno, por lo que el resultado se puede calificar de surrealista.

Los tres mosqueteros al estilo Paul W.S. Anderson

Empieza la cinta, en 3D. Un mapa nos indica que estamos en Francia, pero aparecen unos canales como los de Venecia. Un soldado hace guardia, pero del agua surge un individuo ataviado con una máscara de hierro que le permite hacer submarinismo. Se lanza a la superficie, realiza unos cuantos movimientos tipo Matrix, y saca unos extraños artefactos que disparan proyectiles a cámara lenta. Aparecen más guardias, pero el tipo acaba con ellos con golpes de kung fu. Un rótulo llena la pantalla al estilo de las películas de Guy Ritchie presentando al personaje: ¡Athos!

Posteriormente en la película aparecen dirigibles y Milla Jovovich dando volteretas y haciendo todo tipo de movimientos de contorsionismo para saltarse los rayos láser del sistema de seguridad, al estilo de La trama.

Desde luego, Paul W.S. Anderson es todo un autor, pues el hombre deja huella. Sus imágenes son tan personales como las de Fellini.

Como experimento cinematográfico, que Anderson reinvente a Dumas me ha resultado cuanto menos curioso. Pero podían darle la misma historia a otros personalísimos realizadores para que la trasladaran a su universo personal:

Versión Terrence Malick

Porthos padece una tremenda depresión tras el desengaño amoroso sufrido al ser traicionado por Milady. Entabla un diálogo con Dios, al que le pregunta por la naturaleza de la maldad humana. Aparecen imágenes de lava, sin que se sepa muy bien si vienen a cuento. En los albores de la Tierra un pterodáptilo traiciona a uno de sus semejantes dando a entender que la maldad existe desde tiempos ancestrales. Flash-Forward: el hijo ya crecido de D'Artagnan se está divorciando y pasa un momento terrible. Obsesionado por la contradictoria relación que mantuvo con su padre, rememora cuando correteaba con él y sus hermanos por el campo.

Versión Pixar

Un piojo de D'Artagnan sueña con llegar a ser algún día mosquetero del rey, pero cuando acude a echar la solicitud ni siquiera consigue que le vean y le hagan caso. Se hace amigo de una cucaracha que vive en un agujero en la habitación de la reina y le enseña a manejar alfileres como si fueran espadas para defenderse de los espejos y peines de su majestad, que cobran vida cuando ella no mira. Aunque es una película de dibujos, los adultos van todos a verla y al salir se preguntan si los niños habrán entendido algo.

Versión Isaki Lacuesta

El pintor Mikel Barceló ultima un cuadro sobre Porthos en su casa de Mali. Un tipo se sube a un árbol para predicar con frases herméticas. Unos negros albinos que pasaban por allí mantienen una críptica conversación. La película no gusta a la crítica, pero a pesar de todo le dan la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, e Isaki Lacuestaaprovecha el momento de recoger el premio para poner a caldo a los periodistas porque no han entendido lo que quería contar.

Versión Woody Allen

D'Artagnan va al psicoanalista para contarle que la reina de Francia le contrató para darle clases de tenis y ahora mantienen un idilio. Pero ahora, ya no siente nada por ella y le atrae Milady. Poco después, D'Artagnan le dice "I Love You" a Milady cantándola bajo un puente del Sena, y se acuesta con ella. Pero entonces se desengaña y decide volver con la reina. Despechada, Milady le acosa y amenaza con arruinar su carrera si no vuelve a su lado, por lo que D'Artagnan se plantea matarla para poder vivir tranquilamente...

Woody Allen interpreta a su criado, Planchet, que tras discutir con un rabino, decide dejar el judaísmo y buscarse una nueva religión. Tras plantearse abrazar la cienciología, decide probar como testigo de Jehová y va de casa en casa vendiendo la revista "La Atalaya".

viernes, 23 de septiembre de 2011

El árbol que recuerda sus vidas pasadas

Cada año, ningún cinéfilo se puede perder la ganadora de la Palma de Oro en Cannes, galardón que han obtenido cintas como Roma, ciudad abiertaBreve encuentroEl tercer hombreViridianaLa conversaciónTaxi DriverApocalypse Now y Pulp Fiction. ¡Ahí es nada! Pero los dos últimos años han triunfado películas diferentes, sobre las que existe una marcada división de opiniones.

Tras disfrutar de las potentes imágenes de El árbol de la vida, de Terrence Malick, no he podido evitar compararla con la que obtuvo el mismo honor el año pasado, Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas, de Apichatpong Weerasethakul (intentad pronunciar el título y el nombre del director masticando un polvorón).

Cualquier director que aspire a llevarse la Palma de Oro, antes de ponerse a rodar, echará un vistazo a las dos últimas vencedoras, para ver por dónde van los tiros. Notará que ambas cintas guardan entre sí grandes similitudes que debería tener en cuenta para tener posibilidades en la próxima edición:

-Las dos son muy marcianas. Que se entienda la película no está de moda en el festival más selecto y cinéfilo. Con la de Malick se puede deducir más o menos de qué quiere hablar el director. Con la otra vaya usted a saber.

-Si acudes a un cine a ver cualquiera de las dos películas, impepinablemente alguien se levantará de su asiento y mientras grita "esto es para friquis", abandonará el cine.

-Si se te ocurre ir acompañado de tu novia/o a ver cualquiera de las dos, romperá inmediatamente contigo.

-Imprescindible para ganar incluir la palabra 'vida' en el título, como en el caso de las dos cintas o de La dolce vita, que también se llevó el premio. Aunque a La vida es bella se lo robó La eternidad y un día, al menos se llevó el Gran Premio del Jurado.

-Ambas cintas comienzan con vacas pastando. No se sabe muy bien si viene a cuento o no, o es que la vaca guarda un significado metafórico profundo.

-Tanto la una como la otra usan un envoltorio de postmodernidad para divulgar una sabiduría ancestral. Paradójicamente, ambas son muy chick, pero también muy espirituales, o sea 'molan' pero van sobre religión, una temática considerada en el mundo actual pasada de moda -se combate el vacío existencial con alcohol o cosas peores-. En el caso de Weerasethakul su film es sobre budismo, y el de Malick se inscribe en el catolicismo.

-En las dos películas hay monstruos. En la de Malick salen dinosaurios en plan Parque Jurásico, mientras que en la de Apichatpong Weerasethakul aparece un hombre-gorila que no se sabe muy bien cómo se convirtió en tal engendro. Propongo un cruce en plan Aliens vs. Predator, que podría titularse El dinosaurio de "El árbol de la vida" contra el simio de "Uncle Boonmee".

-Ambas cintas son pretenciosas, o sea no tratan pequeños temas como el absentismo laboral o la relación del hombre con los insectos. No, no... para llevarse la Palma de Oro hay que jugar fuerte. Las dos películas tratan de aportar en unas dos horas las claves sobre el sentido de la mortalidad y la trascendencia de la vida humana, en el caso de Apichatpong Weerasethakul al menos aparentemente, pues como no la entendí muy bien igual resulta que un día me encuentro con el director y me confiesa que en realidad iba sobre la cría del berberecho en África. Cualquiera sabe.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Nicolas Cage es un vampiro inmortal

¡Me lo temía! La verdad es que siempre sospeché que Nicolas Cage era un tanto rarito, sobre todo desde que se empeñó en comer bichos de verdad durante el rodaje de Besos de vampiro. Después ha resultado ser un fanático de los comics que le puso a uno de sus hijos de nombre Kal-El, como el padre de Supermán, sin importarle lo mucho que se deben reír del pobre diablo en el colegio.

Además, el actor declaró públicamente que elige la comida en función de cómo practican el sexo los animales. “Siento fascinación por los peces, pájaros, ballenas, insectos y reptiles. Creo que todos ellos son muy dignos con el sexo. Pero los cerdos no mucho, así que no como cerdo”, explica la única persona de la que tengo constancia que se haya preocupado por observar los hábitos sexuales de los gorrinos.

Ahora sale a la luz una noticia que podría explicar por qué Cage no se comporta como un humano normal. Los técnicos del Archivo Thanatos, que se dedica a digitalizar fotos del siglo XIX, han descubierto una foto del año 1870 del propio Nicolas Cage. No cabe ninguna duda de que es él, por lo que todo indica que el protagonista de Leaving Las Vegas podría tener más de 150 años. Y la verdad es que apenas ha envejecido desde entonces. Se ve que comer bichos es más saludable de lo que parece.

La foto pertenece a un tipo que asegura que Cage es en realidad un vampiro, y ha puesto a la venta el original en eBay, por un precio de un millón de dólares.

La mala noticia es que si es inmortal, seguiremos padeciendo hasta el infinito sus películas, porque a decir verdad, el hombre no tiene mucho criterio a la hora de elegirlas. Recuerdo que me gustó mucho su trabajo doble en Adaptation. El ladrón de orquídeas, del ya lejano 2002. Pero últimamente parece que le escoge las películas su peor enemigo. Si alguien ha tenido la desgracia de haber visto Next, Furia ciega, Bangkok Dangerous o Wicker Man, por citar algunos de sus últimos hits, no volverá a pagar en su vida por una película en la que esté él en el reparto.

A veces incluso se empecina en chocar dos veces contra la misma piedra. Si sale mal El aprendiz de brujo, que es un bodrio infame, pues rodamos En tiempo de brujas, otra de brujería, que encima es aún peor. ¡Que no gustó El motorista fantasma, que era abominable, pues dos tazas, ya que está a punto de estrenar Ghost Rider: Espíritu de venganza! ¡Y seguirá rodando delicatessens como éstas por el resto de la eternidad!

jueves, 15 de septiembre de 2011

Mi experiencia sobrecogedora en la playa

Para aprovechar el puente que tuvimos en Madrid el pasado fin de semana me fui de viaje a Gijón, donde se puede disfrutar de lo mejor de Asturias, la sidra, la inmejorable comida, en suma, de la buena vida. Aproveché la coyuntura para ir a la playa de San Lorenzo, puesto que hacía muy buen tiempo. Esto me recordó una anécdota que me ocurrió allí hace unos años, y pensé que era ideal para contársela a los lectores de este blog.

Corría el año 2005, cuando fui a la misma playa para tomar un baño. Me sorprendió que ondeara la bandera verde, pues casi siempre está la roja. Es lo que tiene el Cantábrico. No había bañistas, y eso que no llovía como casi siempre, sino que hacía un tiempo ideal. El lugar estaba tan desierto como la Gran Vía en Abre los ojos. ¿Dónde se había metido la gente?

Finalmente llegué a la conclusión de que habría fútbol (algún partido del siglo de esos que se disputan todas las semanas), o de que Belén Esteban estaría en la tele. Despreocupado, decidí darme el ansiado chapuzón. Estuve quince minutos en el agua nadando de un lado a otro cual Nemo, el pececillo, en remojo como los garbanzos antes de que vayan al cocido. En el agua tampoco había absolutamente nadie, pero prefería que fuera así a las aglomeraciones de playas como la de Benidorm, que parece que estás en el metro. Fui una vez y os aseguro que escuché por megafonía: “Próxima parada: Goya”.

Así las cosas, cuando me cansé, salí caminando hacia la orilla con una sonrisa de oreja a oreja. Aunque seguía todo vacío, pude distinguir a dos figuras humanas que se acercaban hacia mí a buen paso. Enseguida pude comprobar que se trataba de una reportera de la televisión local, acompañada de un cámara.

En cuanto me alcanzaron, ella me puso un micrófono en la boca tras interrogarme sobre una cuestión:

-¿Cómo es que se baña? ¿No tiene miedo del tiburón?

“¡Qué graciosa!”, pensé. Ni que estuviéramos en la peli de Spielberg del escualo.

–¿A qué tiburón se refiere?

-Se ha visto junto al puerto deportivo a un tiburón peregrino, ¿no se ha enterado?

En ese momento empezaron a temblarme las piernas, un sudor frío me recorrió todo el cuerpo, al tiempo que sentía un nudo en la garganta.

–No, hasta que no me lo ha dicho usted, no tenía ningún miedo, pero ahora estoy al borde del infarto…

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Vacaciones en Viena

Se acabaron mis vacaciones de este año, en Viena, aunque me quedaré siempre con el recuerdo de un lugar que tenía mucha ilusión de visitar y no me ha decepcionado en absoluto. Fui a ver sobre todo las pinturas de Gustav Klimt, aunque tengo que decir que he quedado fascinado por la obra de Egon Schiele. A los amantes del terror y las emociones fuertes, habituales lectores de este blog, que visiten la capital de Austria les recomendaría visitar el Narrenturm, un edificio circular muy curioso integrado en el campus universitario que en tiempos era un hospital psiquiátrico.

En Viena cuando un político “se pasa tres pueblos”, dicen de él que debería estar “ingresado en el Narrenturm”. En España más de uno merecería ser encerrado en semejante lugar. En la actualidad, en su interior se encuentra el museo anatómico-patológico, lleno de rarezas médicas que dan bastante mal rollo. Este museo de los horrores no es ni mucho menos apto para paladares sensibles. Por desgracia unos vigilantes que no me quitaban ojo de encima me impidieron hacer fotos, pues está rigurosamente prohibido. Tras ver la sección de hígados de alcohólicos no sé si volveré a tomarme una copia en mi vida.

El reloj de cuco

No me resistí a ir a ver la noria de la foto, que los buenos cinéfilos reconocerán al momento. Aunque data de finales del XIX, aún sigue funcionando, y desde lo alto se pueden apreciar unas vistas estupendas de la ciudad. Cuando estaba en lo alto, no pude reprimir el impulso de soltarle a la chica que estaba enfrente el discurso de una de las mejores defensas de un personaje moralmente deleznable que se hayan hecho jamás en el cine:

“Y no seas tan pesimista. Al fin y al cabo, no es tan horrible. Tú sabes lo que ha dicho ese individuo: En Italia, durante treinta años, bajo los Borgia, hubo guerras, terror, asesinatos y derramamiento de sangre... pero eso produjo a Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza tuvieron amor fraternal, quinientos años de democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? ¡El reloj de cuco!”

La chica se quedó estupefacta, y entonces me di cuenta de que era austriaca, o sea que no había entendido ni una sola palabra. ¡Pobre! El caso es que ese discurso –que se inventó Orson Welles, el actor que lo pronunciaba, y no Graham Greene, el guionista– es tan memorable que casi convence a los espectadores de que se pasen al bando del malo.

Y eso que al parecer el dato final es erróneo, pero da igual. “Cuando se estrenó la película”, le dijo Welles a Peter Bogdanovich en el libro que este último escribió sobre él, “los suizos, muy amablemente, me hicieron saber que ellos no inventaron el reloj de cuco. Este tipo de relojes procede de la Selva Negra, en Baviera”.