viernes, 23 de diciembre de 2011

La verdad sobre las cenas de empresa

En estos señalados días me gustaría recordar una entrañable tradición navideña como la lotería y los regalos de Reyes. Se trata de las cenas de empresa, una tradición relativamente nueva pero de la que no se escapa casi nadie últimamente, y si no se produce es mala señal, pues suele significar que la crisis ha afectado gravemente a la compañía. Es también el pistoletazo de salida de las fiestas, ya que suele ser una semana antes de Nochebuena.

Para empezar recibes la notificación de la secretaria de dirección, que te invita a asistir al evento, y te ruega que le confirmes si quieres asistir o no. Es puro cinismo, pues la asistencia no es opcional. O acudes o prácticamente es como si te ausentaras de una importante reunión de negocios, así que ya te puedes inventar una excusa creíble.

Después llega el problema de qué ponerse. Nunca debes ir con un traje mejor que el del consejero delegado, pues en ese caso pensará que ganas demasiado dinero y que se te puede reducir el sueldo. Así, decides ir con ropa normal, pero una vez en el restaurante te encuentras con que tus compañeras se han vestido como si fueran de boda, por lo que de repente te sientes un poco cutre.

Una vez en el restaurante surge otra duda: ¿Con quién sentarse? Imprescindible alejarse de los jefazos más jefes, porque entonces aunque no se hable de trabajo, uno tiene miedo de meter la pata, que se le escape un chiste grosero o algo así y dar mala imagen. Por desgracia, el autor de estas líneas suele apurar el tiempo hasta el final y cuando llega a la mesa, sólo está libre uno de los asientos al lado del jefazo supremo. O peor aún, junto a ésos que siempre existen en todas las empresas, que no te tragan, y que se disponían a pasarse toda la velada poniéndote a caldo. ¡Mala suerte! La cena promete ser aún más aburrida que el visionado de Tron Legacy.

Nunca digas de este whisky no beberé

¿Beber o no beber? ¡He ahí la cuestión! En principio, os recomiendo que ese día no bebáis mucho, por miedo a acabar en la fase de cantos regionales o hacer el ridículo de una forma increíble frente a la mirada perpleja del jefazo. Así que uno intenta que le sirvan una Coca-cola, pero entonces ese compañero divertido y juerguista te mira sorprendido, te pregunta que si estás enfermo, y le ordena al camarero que en lugar del refresco te traiga un whisky solo con hielo porque 'un día es un día'. ¡Bien! ¡Voy a acabar vomitando en el servicio!

Como aún así intentas beber lo menos posible, resulta que tienes cerca al jefe de recursos humanos, que lleva dos o tres copas de más y está más tostado que tú, y te cuenta sin ningún pudor cómo le ha puesto los cuernos a su legítima con dos jovencitas, o que se viste de mujer en la intimidad. ¡Y luego el lunes tendrás que saludarle al llegar y poner cara de que no te acuerdas de nada!

Finalmente suele haber un sorteo de regalos en el que si tienes suerte te tocará un lote de sopicaldos Gallina Blanca. Sino, resultarás agraciado con el escáner gigante para documentos de gran formato, una máquina estupenda, sin duda, pero que no necesitas para nada, y cuyo transporte a casa en el abarrotado metro promete ser complejo.

Al salir, viene lo peor. Alguien propone irse a una discoteca o local de moda para celebrarlo. Uno alega que ya es una abuelita y que se va a ir a la mecedora en su casa, y todo el mundo le mira como si fuera el esquirol que ha roto una importante huelga, o un desertor que ha fichado por la competencia. Comienzan las interminables discusiones sobre a dónde ir, que si 'las chicas queremos ir a Chueca, la zona gay, para que no nos entren moscones' pero 'los chicos no queremos ir ahí porque nos van a confundir con gays' y 'no seas políticamente incorrecto, ¿qué tienen de malo los gays?'. Y tú mientras congelándote...

Con mis compis, solemos acabar en un karaoke. Entonces sales al escenario con algún amiguete a cantar 'yo para ser feliz quiero un camión' y tienes la sensación de que estás arrasando, o sea de que cantas como los ángeles y el público te vitorea. Luego después verás en la oficina el vídeo que os han sacado y resulta que estabais más borrachos de lo necesario, desafináis con voz de cazalleros, y la gente os mira con cara de '¿de dónde han salido estos freaks?'.

Cuando al fin consigues escaparte resulta que esa noche han tenido lugar todas las cenas de todas las empresas de Madrid. Total, que no encuentras ni un taxi. Intentas colarte en el autobús nocturno, pero está tan lleno que finalmente ni siquiera consigues entrar. Te toca irte hasta el quinto pimiento en el que vives andando, con más frío que si te hubieras metido en la nevera del Yeti.

¡Felices fiestas a todos! Este año he decidido recurrir a un villancico friqui. Lo malo es que no cantan al niño Jesús sino a otro bebé, pero es lo que hay.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

La Draculaura, el juguete de moda para niñas

Otra excelente costumbre navideña, aparte de la lotería, son los regalos de Reyes. El juguete de moda entre las niñas de este año es la Draculaura, una muñecaja que cuenta con su propia cama-ataúd 'divina de la muerte', ha cumplido los 1.599 años y aunque su ropa es de estilo victoriano tiene un aspecto bastante fashion. Forma parte de la colección Monster High, que toma su nombre del instituto al que acuden los hijos de los monstruos más famosos de todos los tiempos, así que Draculaura tiene como amiguitas a una zombi, una chica-lobo, una fantasma y una 'monstrua' que se llama Frankie Stein.

Desde noviembre la Draculaura de las narices lleva prácticamente agotada en todas las jugueterías. Me cuenta un amiguete de una tienda madrileña que aún tienen algunas, pero las colocan en las estanterías con cuentagotas. Así que todos los días se forma una enorme cola desde las siete y media de la mañana de padres desesperados en busca del espantajo de marras. Asegura que cuando llega ha escuchado conversaciones de lo más jugoso.

–Llevo aquí desde la una de la madrugada, pero es que estoy angustiada. No puedo dormir hasta que no consiga la Draculaura porque es la ilusión de mi hija, así que tengo contactos en otras ciudades a ver si la conseguimos. ¡Menos mal que mi jefe es comprensivo y me deja llegar tarde a trabajar! –le decía una demacrada mujer al tipo que tenía detrás.

–Mamá, ya van a abrir, yo creo que voy a coger todas las cajas de la colección que haya y luego ya miraré con calma si está la que quiere la niña de las narices –comentaba una adolescente que hablaba por el móvil.

Por desgracia, resulta que al parecer el primero de la cola suele comprar todas las que haya para revenderlas en el mercado negro. Hasta cien euros se llega a pagar por una en internet, así que se cotiza mejor que la cocaína.

Habiendo sido hace ya muchísimos años un niño al que Melchor, Gaspar y Baltasar no le concedían todos sus caprichos porque apelaban a mi generosidad y comprensión de que tenían que llevarle juguetes a todos los chavalines del mundo, creo sinceramente que los padres capaces de pasarse varios días en la cola para concederle un capricho tan tonto a sus vástagos deberían quedar inhabilitados durante algún tiempo para tener la custodia de sus hijos.

Por suerte, la naturaleza es sabia y les castiga poéticamente con lo que les va a ocurrir el día de reyes. Después de dormir en la puerta de una juguetería y pagar un pastón en internet por el oscuro objeto de deseo infantil, la niña abrirá la caja de la muñeca, la mirará durante dos minutos y la dejará abandonada en el rincón para ponerse a jugar a los videojuegos.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

El libro de Steve Jobs: Adiós Mr. Chips

He estado leyendo estos días el libro del año, "Steve Jobs", biografía del friqui de los friquis, escrita por Walter Isaacson (editorial Debate). La recomiendo no sólo porque la vida del protagonista es apasionante, sino también porque el libro ayuda a entender muy bien el mundo actual y la generación a la que pertenezco.

Según cuenta el libro, a Jobs le presentan un día al Rey Juan Carlos, de España, y de repente el monarca saca una pluma y le firma un papelajo. "¿Qué ha pasado?", le preguntan a Jobs, y él responde: "Le he vendido un ordenador".

Como era tan perfeccionista, le costaba encontrar muebles totalmente a su gusto, así que tenía la casa medio vacía.

Parafraseando su propio eslogan, Jobs era "sencillamente genial". En 1982 le preguntaron si quería realizar una investigación de mercado para sus productos, pero él respondió: "¿Para qué? ¡Si nuestros clientes no saben lo que quieren hasta que se lo mostramos!". Y lo más curioso es que tenía razón, a juzgar por la cantidad de mails pijos que recibo con la etiqueta "o sea, enviado desde mi iPhone", a los que respondo con textos 'enviados desde mi cutre-PC de desecho comprado de saldo en una tienda de segunda mano'.

No me extraña que el mismo Jobs eligiera como su biógrafo a Isaacson, autor de libros sobre Albert Einstein y Benjamin Franklin. Es un escritor conciso que se ha documentado como una bestia y sabe mantener la atención del lector. A principios de 2004, Jobs le llamó para pedirle que diera con él un paseo, como solía hacer con las personas a las que tenía que comunicarle algo importante. Mientras caminaban, le propuso que escribiera un libro sobre él, pero Isaacson se mostró reacio. Aquel tipo estaba en la cima de su carrera. ¿No sería mejor esperar a que se jubilara y así podría contarlo todo sobre él? Le contestó que por el momento no estaba interesado.

Cinco años después, Laurene Powell, la esposa de Jobs, acude a hablar con Isaacson para decirle: "Si piensas escribir alguna vez un libro sobre Steve, más vale que lo hagas ahora". Estaba ya muy gravemente enfermo. En aquel encuentro, Powell le confesó al autor que la primera vez que Steve le había llamado ya le habían diagnosticado la temible enfermedad, aunque la mantenía en secreto, y estaba a punto de someterse a una compleja operación.

lunes, 5 de diciembre de 2011

La pesadilla antes de Navidad de la Lotería

Desde hace varias semanas proyectan en los cines, antes de los trailers, el anuncio de la Lotería de Navidad de este año, con el que también nos bombardean en televisión. 
Al parecer han despedido al calvo de los anuncios de otros años que se había hecho tan famoso como Mr. Proper, con el que ahora coincidirá en la cola del paro. El nuevo spot se titula "La fábrica de sueños", y tiene como banda sonora el tema 'Ice Dance' de la banda sonora de Eduardo Manostijeras, de Tim Burton, aunque creo que habría sido más apropiado, ya puestos, haber escogido la música de su cinta Pesadilla antes de Navidad.

Y es que puede convertirse en una pesadilla el sorteo extraordinario de estas fechas para los que no solemos jugar. Nos agobian en nuestra empresa, la comunidad de vecinos, el kiosco donde compramos el periódico, la pescadería y el bar al que vamos a tomar un café con los décimos de marras. "Si no lo compras, como no te toque vas a querer darte con la cabeza contra la pared", me dice el carnicero. Parece el sorteo extraordinario de la envidia navideña, compramos porque nos fastidia que le pueda tocar a los otros y a nosotros nada de nada. ¡Fomenta la negatividad! Y encima conozco a muchos tipos tan mezquinos que además de comprar todos los números de las personas de su alrededor, luego además se van lejos, a un barrio cualquiera, en el que no conozca a nadie, a comprar un número que sea sólo suyo para que le toque únicamente a él y se chinchen todos los demás.

Pero lo que realmente se ha llevado la palma este año son las colas de la nueva sede de Doña Manolita. Desde septiembre, yo que paseo mucho por la zona, contemplo atónito que ha ido creciendo una cola tremenda que estos días bate todos los records imaginables. Incluso han tenido que poner guardias de seguridad para que los no creyentes en la lotería podamos circular.

El jueves pasado coincidió que pasé por el lugar en torno a las nueve, y descubrí asombrado que se había desatado una pelea a puñetazos, y la gente gritaba alteradísima. Un grupo de seis o siete agentes de la policía trataba de imponer el orden. Uno de ellos, al ver mi cara de estupefacción sonrió y me dijo que no era nada grave. "No te preocupes chaval, si esto pasa todos los días". ¡Pues sí que estamos bien! Resulta que lógicamente, a pesar de la enorme afluencia de público llega un momento en el que los dependientes tienen la humana necesidad de cerrar e irse a su cama a cenar y dormir, por lo que inevitablemente, en algún momento se debe cerrar. Pero claro, a ver quién se lo explica a los fundamentalistas que han hecho una cola de tres horas para adquirir sus décimos. Por eso todos los días se desata el  caos.

Intenté que uno de estos talibanes de los sorteos me explicara su devoción, pero fue como discutir con el Ayatollah Jomeini sobre la Jihad. Cuando le pregunté por qué echaban la tarde esperando a la intemperie para comprar un décimo su respuesta fue que en años anteriores habían tocado muchos premios en ese establecimiento. "Pero la probabilidad de que toquen es la misma para todos los números, ¿por qué no se va a comprar a la administración de su barrio y seguro que le atienden enseguida", traté de explicarle, pero el hombre me tachó de 'cientifista'. "Eso no es verdad. ¿Cómo van a tener todos las mismas posibilidades? Por ejemplo, es muy difícil que salga el número 00001, ¿no le parece?". "Sí, claro. Es tan imposible como que toque cualquiera de los demás, o como encontrar novia a mi edad", pensé, pero no se lo dije, porque se ve que la gente necesita algo en lo que creer...

Ya puestos, aprovecho estas líneas para comunicarle a nuestra Community Manager de DECINE21, una rubia impresionante que se llama Gema, que quiero un décimo, ya que es la encargada de comprar la lotería de nuestra empresa... Sí, claro que no me gusta jugar pero, ¿y si les toca a los demás y a mí no?