miércoles, 3 de mayo de 2006

Opá, yo viazé un blog!


Opá, yo viazé un blog!

Cuando Andy Warhol habló de que todo el mundo debería tener sus quince minutos de fama, desconocía que internet les iba a echar una mano a todos aquellos capaces de vender incluso a su madre para conseguirlo. Se dice que internet ha democratizado las comunicaciones, y basta analizar el incipiente fenómeno de los blogs para demostrarlo. Por obra y gracia del ADSL, cualquiera, sin ningún tipo de conocimiento informático, es capaz de expresar libremente sus opiniones, y si lo que dice es interesante, incluso alcanzar cierta popularidad. En poco tiempo, se han multiplicado cual panes y peces los bloggers, que opinan cada día de sucesos de actualidad, o simplemente narran su vida como si de un diario por la red se tratara. Las grandes empresas empiezan a solicitar a sus departamentos de comunicación que recaben las opiniones que sobre ellas expresan los bloggers, pues en realidad son bastante representativos de lo que piensa el ciudadano corriente de la calle. Los partidos políticos estadounidenses acreditan a sus actos y congresos a tantos bloggers como a medios de comunicación.
La explicación es sencilla. Los periódicos cada día son más ligeros, otros tienden al sensacionalismo y algunos están supeditados a oscuros intereses “polanquianos”. Aunque todavía quedan excepciones, aquellos lectores ávidos de análisis en profundidad y opiniones sinceras, hoy por hoy, tienen que recurrir a internet. Por supuesto, no todo son ventajas. El principal problema de los blogs de internet, es que es tan fácil publicar, que muchas veces los comentarios son poco serios, o están sin contrastar. Como dijo Dana Blankenhorn, columnista estadounidense que ha publicado en medios como Chicago Tribune, “los bloggers son periodistas que no pierden cinco minutos en una simple llamada telefónica”, pero también afirma que por contra “los periodistas son bloggers que no pierden cinco minutos en google”.
Otro fenómeno curioso está constituido por los “frikis” de internet, personajes estrafalarios que protagonizan vídeos de lo más singular, desatando hilaridad entre los usuarios. ¿Quién no conoce a la Terremoto de Alcorcón? Este personaje, creado por la actriz Pepa Charro para la compañía Diabéticas Aceleradas, se convirtió en un fenómeno batiendo records de descargas, cuando versionó en español un exitoso tema de Madonna, en un vídeo que hoy por hoy es un clásico del “glamour de periferia”, término acuñado por la propia artista. El último episodio de esta tendencia lo protagoniza un tipejo conocido como Jesús Rodríguez, oriundo de la localidad Malagueña de Rincón de la Victoria, y más conocido por el sobrenombre artístico de El Koala. Este veterano artista lleva en el mundo de la música desde el año 1986, y ha probado todos los géneros posibles, desde el reggae hasta el blues. Sin promoción en los 40 siempre iguales mediante, El Koala se ha convertido en un fenómeno, inventado su propio estilo, el rock rústico, a través del impresionante himno “Opá, yo viazé un corrá” que actualmente triunfa en todos los PC con conexión a la red. De la noche a la mañana, el Koala y su guitarra se han hecho tan famosos como en su día el acordeón y su Mariajesús, ilustre antecesora de los frikis de este país.

jueves, 27 de abril de 2006

Jake Gyllenhaal: Aire de inadaptado




Con motivo del lanzamiento en vídeo de Jarhead, escribí un perfil del actor Jake Gyllenhaal.


Jake Gyllenhaal:
Aire de inadaptado

De casta le viene al galgo. Tiene una familia de película, dedicada casi por completo al cine. De extenso curriculum, a pesar de su corta edad, el actor Jake Gyllenhaal resulta convincente como el duro y violento marine de Jarhead, pero también como el sensible y vulnerable vaquero de Brokeback Mountain. Casi todos sus personajes tienen un aire de rebeldía y marginalidad, que se corresponde con su personalidad real.
Nacido en la cinematográfica ciudad de Los Ángeles, Jacob Benjamin Gyllenhaal es hijo de Stephen Gyllenhaal, director de películas como El país del agua, con Jeremy Irons, y de Naomi Foner, guionista de Un lugar en ninguna parte, entre otras. La vocación cinematográfica familiar se extendió a la hija mayor, Maggie Gyllenhaal (Adaptation, Confesiones de una mente peligrosa). Su madrina de bautizo es la actriz Jamie Lee Curtis. Aficionado a la lectura desde su más tierna infancia, Jake tiene actualmente dos perros, Atticus y Boo Radley, bautizados con nombres de personajes de Matar a un ruiseñor. De pequeño, llegaron a expulsarle de varios colegios por sentarse en las últimas filas a leer libros como El guardián entre el centeno, una actitud bastante precoz teniendo en cuenta que tenía doce años. “Los cuentos de Sallinger ayudan a cualquier chico a enfrentarse al paso de la adolescencia a la edad adulta”, ha dicho sobre el escritor, que le tiene completamente obsesionado. Siendo todavía un niño, debutó en el cine, interpretando un pequeño papel, como hijo de Billy Crystal, en Cowboys de ciudad. A los 13 intervino en Una mujer peligrosa, un drama con Debra Winger, que reunía a toda su familia, pues el guión era de su madre, también aparecía su hermana Maggie, y estaba dirigida por su padre, que volvió a darle un papelillo en Cosecha propia.
En su juventud le enseñó a conducir Paul Newman, amigo de la familia, formó un grupo de rock, trabajó como socorrista y estuvo matriculado dos años en la Universidad de Columbia, antes de abandonar sus estudios. Pero pronto tuvo muy claro que lo suyo era el cine, sobre todo después de que Joe Johnston le ofreciera su primer papel protagonista, Homer Hickam, un personaje real, hijo de un minero obsesionado por los viajes espaciales, en Cielo de octubre. Mayor repercusión tuvo la surrealista Donnie Darko, un film de culto, muy influido por David Lynch que suponía el debut en el largo del prometedor Richard Kelly, en el que paradójicamente, Maggie Gyllenhaal interpretaba a su hermana. Su personaje era un muchacho conflictivo al que un conejo gigante le incitaba a cometer actos violentos. El joven actor obtuvo excelentes críticas, al igual que con su trabajo en The Good Girl, donde interpretaba a Tom, depresivo empleado de un supermercado tan apasionado del escritor J. D. Sallinger como el propio actor, que se hacía llamar Holden, como el protagonista de la citada El guardián entre el centeno. Debutó en el teatro con la obra This Is Our Youth, que se representó en el West End londinense, aunque le rechazaron para el papel protagonista de Moulin Rouge, una espina que tiene clavada. “Me encantaba el papel. Estuve muy cerca. Pasé meses haciendo pruebas. Baz Luhrmann dudaba entre que lo hiciéramos Ewan McGregor, Heath Ledger y yo. Yo era el más joven, y prefiero pensar que me desechó por mi edad, a que fuera por mi falta de talento”, ha declarado sobre este episodio. Talento no le falta, como demostró con su trabajo en El compromiso, donde era un muchacho que pierde a su novia poco antes de su boda. Para el gran público, se dio a conocer con El día de mañana, vistoso blockbuster catastrofista que advertía de los riesgos del calentamiento global, donde era el hijo de un climatólogo, atrapado en Nueva York, devastado por una inundación.
Nominado al Oscar por interpretar a un vaquero homosexual a las órdenes de Ang Lee en Brokeback Mountain, se mostró tan convincente que desde entonces le preguntan en las entrevistas sobre su posible homosexualidad. Pero él se apresura a desmentirlo. “Es un poco frustrante que se haya extendido ese rumor, aunque por otro lado es un halago que la gente se crea mis personajes”. En cualquier caso, todavía no ha sentado la cabeza, aunque tuvo una prometedora relación con la actriz Kirsten Dunst, después de que se la presentara su hermana, que trabajó con ella en La sonrisa de Mona Lisa. 2005 fue un año muy importante en la carrera de Jake Gyllenhaal, a quien pudimos ver en el film de Ang Lee, en Proof (La verdad oculta) y en Jarhead. En la actualidad, acaba de terminar el rodaje de Zodiac, el nuevo thriller de David Fincher, que reconstruye la historia real de un asesino en serie que aterrorizó San Francisco.

martes, 25 de abril de 2006

Un granjero de otra época. Crítica de 'Eres muy guapo'


Resulta chocante que el cine estadounidense apenas cultive en la actualidad la comedia que inventaron realizadores como Howard Hawks y Ernst Lubitsch, en Hollywood, en los años 30. En la actualidad triunfan por aquellas latitudes títulos como Scary Movie 4 y otras sucesiones de gags aislados, casi siempre extremadamente soeces. Curiosamente, en algunas ocasiones, el cine europeo es capaz de recoger mejor el testigo de la comedia clásica, en cintas como la francesa La cena de los idiotas, que combinaba personajes bien descritos, con situaciones hilarantes y una convincente tesis de fondo. Sigue el modelo del hilarante film de Francis Veber esta pequeña producción, que superó los tres millones de espectadores en Francia. Supone el debut como directora de la veterana actriz francesa Isabelle Mergault, casi siempre secundaria, que también ejerce como guionista.
El veterano Michel Blanc se luce interpretando a Aymé, un maduro granjero, chapado a la antigua, que tras perder a su esposa se encuentra con que no es capaz de poner la lavadora, sin provocar un desastre (literalmente, resulta que el gato estaba dentro y muere ahogado). Por razones meramente prácticas, acude a una agencia matrimonial, cuya directora, Madame Marais, le aconseja que escoja una chica de Rumanía, país que sufre graves problemas económicos, lleno de chicas deseosas de encontrar al amor de su vida en un país desahogado como Francia. Así, la propia Madame Marais le acompaña a Rumanía, donde se presentan a la prueba de selección numerosas jóvenes que intentan seducir a Aymé, todas ellas usando la misma frase: “Eres muy guapo”. Pero él, que sabe que no es atractivo, desconfía de las chicas que le dicen eso, y echa de menos alguien que tenga unas mínimas nociones del trabajo en una granja, que al fin y al cabo es lo que necesita. Por fin, Elena, una muchacha avispada, necesitada de un porvenir al ser madre de una niña de seis años, le asegura que le encantan los animales y la agricultura, por lo que acaba siendo la elegida.
Encadena secuencias desopilantes (la sesión de fotos en un bar, los intentos del mudo de sacarle una sonrisa a Elena), casi siempre basadas en la confrontación entre los heterogéneos protagonistas. Además, realiza un amable retrato de costumbres sobre la emigración actual en Europa, de los países pobres a los países ricos, tratando de entender la postura de las dos partes (los que llegan y los que reciben), a través de personajes muy humanos. De hecho, el granjero, un tipo bastante gruñón y machista, llega a resultar entrañable, por su riqueza de matices, y por la interpretación del siempre solvente Michel Blanc. Eso sí, la reina de la función es la primera actriz Medea Marinescu, una auténtica rumana, aunque lleva varios años interviniendo en series televisivas francesas.

viernes, 21 de abril de 2006

Historias de la televisión


Con motivo del lanzamiento en vídeo de Buenas noches y buena suerte, la interesante película de George Clooney, escribí un reportaje sobre películas relacionadas con la televisión.

Hollywood mira la tele


Texto: Juan Luis Sánchez
TV o no TV, esa es la cuestión. La relación entre el cine y la tele recuerda en cierta forma a la de dos hermanos. Primero vinieron los celos del hermano mayor, que sintiéndose príncipe destronado, trató de hacer frente a su supuesto “enemigo”. Pero la cosa no llegó a repetir el modelo de Caín y Abel, sino que finalmente, ambos hermanos comprendieron que la familia unida es lo mejor para todos, e iniciaron una feliz relación beneficiosa para ambos.

Las primeras transmisiones experimentales de televisión comenzaron en 1928, y al año siguiente, BBC inicia una programación regular. La pequeña pantalla empieza a difundirse en los hogares tras la Segunda Guerra Mundial y a principios de los 50, cuando aparecen las primeras cadenas estadounidenses, ABC, CBS y NBC, en los años del “boom” de los electrodomésticos. Los grandes estudios cinematográficos presienten que podría ser un enemigo difícil de batir, por lo que los ejecutivos compran acciones para controlar el mayor número posible de cadenas locales. Como una sentencia del Tribunal Supremo les impidió concentrar ambos negocios, aplicando la ley antimonopolio, los productores de cine terminaron declarándole la guerra a la tele.
Para mantener el número de espectadores, los estudios recurrieron a pantallas gigantes de gran formato, utilizando sistemas como el Cinemascope, Vistavisión y Cinerama. Al mismo tiempo, mejoró el sonido estéreo, y dejó de utilizarse, casi por completo, el blanco y negro. En cualquier caso ambos medios han coexistido a lo largo de los años. La televisión ha sido siempre considerada el hermano pequeño, pero cada vez influye más en el cine. En la actualidad, ambos sectores se llevan mejor que nunca. Estrellas televisivas saltan al cine siguiendo los pasos de Bruce Willis y George Clooney, al tiempo que se versionan en la gran pantalla las series de éxito. Además, la televisión está presente en las películas, porque los guionistas, que siempre han tratado de reflejar la realidad social, no podían permanecer ajenos a la televisión, omnipresente en la vida cotidiana. En muchas ocasiones aparece como elemento secundario, por ejemplo, cuando el fugitivo entra en un bar y aparece su foto en las noticias. Pero también ha habido numerosas películas que tratan directamente sobre el mundillo televisivo.

En busca de la noticia
Los chicos de los telediarios han copado films como Al filo de la noticia, comedia romántica de James L. Brooks, protagonizada por el presentador, la productora y un veterano reportero. A Howard Beale, un presentador de informativos, le despiden por los bajos índices de audiencia, hasta que anuncia que se suicidará en directo, y recupera a los espectadores perdidos. Sucedía en Network, un mundo implacable, en la que Sidney Lumet critica la falta de escrúpulos de algunas cadenas. No han faltado aguerridos reporteros capaces de cubrir accidentes nucleares (El síndrome de China), conflictos bélicos (Territorio Comanche, En tierra de nadie), enfrentamientos entre policías y delincuentes (Breaking News), y hasta el mundo de la moda (Prêt-à-porter) o de los deportes (El reportero, Un domingo cualquiera). A veces informar sobre un acontecimiento sencillo puede convertirse en una tarea interminable, como en Atrapado en el tiempo y Un día sin fin, el remake italiano. En la tele puede surgir el amor, como les ocurría a Robert Redford y Michelle Pfeiffer, en Íntimo y Personal. En Interferencias, versión en una cadena televisiva de Primera plana, el jefe no quería dejar escapar a Kathleen Turner, su mejor reportera. Algunos pasan grandes apuros como Renée Zellweger, resbalando por una barra de los bomberos en El diario de Bridget Jones, mientras que otros acaban siendo despedidos por meter la pata, como Jim Carrey, en Como Dios. En España hemos tenido alguna que otra intrépida reportera, como Verónica Forqué, en Kika, de Almodóvar.

Esto es un timo
La televisión puede ser utilizada para manipular a la opinión pública, como en La cortina de humo, donde el presidente de los Estados Unidos y un asesor sin escrúpulos, usan imágenes creadas por ordenador para crear una ficticia guerra contra Albania. Tampoco tiene demasiados escrúpulos Russ (John Travolta), hombre del tiempo de una cadena que manipula el sorteo de la lotería, en Combinación ganadora. A veces se pueden rodar falsos noticieros con una buena causa, como en Goodbye, Lenin. Capricornio Uno y el falso documental El otro lado de la luna plantean una inquietante hipótesis: ¿y si el hombre no ha llegado a la Luna y todo es un montaje? Por cierto, que la llegada del hombre a este astro no se habría podido retransmitir si no hubiera sido por la gigantesca antena australiana de La Luna en directo.
También gira en torno a la manipulación Quiz Show, la historia de un concurso amañado, narrada por Robert Redford en su faceta de director. Igualmente se basaba en una historia real El dilema, sobre un ejecutivo tabaquero que denuncia en televisión prácticas abusivas de la industria del cigarrillo, y la reciente Buenas noches y buena suerte, que narra el enfrentamiento entre el periodista Edward R. Murrow y el senador McCarthy. También ocurrió lo que narra Man on the Moon, aunque la vida del estrafalario cómico Andy Kaufman, inteprretado por Jim Carrey, resulta difícil de creer.
No es el único cómico de la tele retratado en pantalla. Tanto La pareja chiflada como la española Muertos de risa, giran en torno a parejas de humoristas. En El rey de la comedia, cinta injustamente olvidada de Scorsese, Robert De Niro secuestra a un famoso comediante, interpretado por el mítico Jerry Lewis, para que le den una oportunidad de salir en un programa.
El cine también ha recreado esos reality shows que han hecho furor. Jim Carrey protagonizaba la profética El show de Truman, mucho antes de que los concursantes de la primera edición de El gran hermano hicieran el primo por televisión e incluso invadieran los cines con El gran marciano. Y en España tuvimos un curioso precedente de El show de Truman, con el inigualable José Luis López Vázquez, que sin saberlo es el protagonista de un curioso programa, en El elegido. Las cámaras seguían durante las 24 horas del día a Matthew McConaughey, en Edtv, y a Robert De Niro y Eddie Murphy, dos policías en Showtime. Varios concursantes se encerraban en una casa con psicópata incluido, en Halloween Resurrection –si bien el concurso se transmitía por internet-. Y Jordi Mollà trató el mundillo de los programas más escandalosos en No somos nada, su fallido debut como director de largometraje.

Platós escandalosos

Es corriente que el protagonista de una película aparezca por un plató televisivo, como Tom Hawks, en Forrest Gump, entrevistado con John Lennon, o el sarcástico protagonista de American Splendor, que se convierte en colaborador de un ‘late night’. También visita un plató, pero en esta ocasión para asesinar al presentador, el siniestro terrorista enmascarado de V de Vendetta. Si el presentador es más popular que el mismísimo presidente de los Estados Unidos, únete a él, como hace Dennis Quaid, acudiendo al programa de Hugh Grant, en American Dreamz. Y es que en un plató pueden ocurrir todo tipo de vicisitudes, como demuestra la entrañable Historias de la televisión, de Sáenz de Heredia.
También puede pasar cualquier cosa en el rodaje de una teleserie, como se comprueba en la hilarante Escándalo en el plató, y en Embrujada, donde la actriz que hace de bruja (Nicole Kidman), resulta ser una de verdad. A veces, los espectadores llegan a confundir a los personajes de una serie, con la realidad, como en Persiguiendo a Betty y Héroes fuera de órbita, mientras que en Pleasantville, Tobey Maguire y Reese Whiterspoon se teleportan mágicamente a una serie clásica. El caso contrario, los personajes de un show salen al mundo real, se puede ver en El gran Alberto. Por intervenir en una telecomedia, algunos son capaces hasta de travestirse, como en el caso de Dustin Hoffman, en la inolvidable Tootsie.
Tanta aceptación como las series tienen los concursos, en los que se puede ganar Una noche con Sabrina Love, un viaje con la chica de tus sueños, como en la española Di que sí, o “la multiprocesadora”, el curioso electrodoméstico, de Historias mínimas. Hemos tenido incluso un presentador de un concurso que ocultaba que en realidad era asesino de la CIA, en la surrealista Confesiones de una mente peligrosa.
Incluso ha habido concursos futuristas, como ocurría en Permanezca en sintonía, y en Perseguido, donde el premio consistía en seguir con vida. Quienes quieran saber cómo será la tele del futuro, que echen un vistazo a Fahrenheit 451, Robots o Rollerball, donde se retransmitía un violento deporte.

Sustos en la tele
Ese miedo que los productores han podido sentir a la competencia televisiva, se refleja en el género de terror. La primera vez fue años antes de que se popularizara el invento, pues Bela Lugosi protagonizó en 1935 Asesinato por televisión, donde el inventor de un revolucionario sistema de transmisión es asesinado misteriosamente. En The Ring, una fantasmagórica joven sale de la pantalla, mientras que en Poltergeist, los espíritus se llevan a una niña al interior de la tele. Un siniestro canal emite torturas en Videodrome, de Cronemberg, mientras que Tesis critica el morbo televisivo. A veces, los protagonistas logran informarse de lo que está pasando, más o menos, gracias a las noticias, como en Señales y La noche de los muertos vivientes. Y otras veces, los profesionales televisivos sufren de lo lindo, como la periodista televisiva de Aullidos, perseguida por un hombre lobo. Courteney Cox era otra reportera, que investigaba las actividades de un asesino en serie, en Scream. Las cámaras también seguían a Mickey y Mallory, los psicópatas, de Asesinos natos, mientras que en Henry, retrato de un asesino, el protagonista acababa con una de sus víctimas incrustándole un televisor en la cabeza. Un adolescente graba el asesinato de una muchacha, en El vídeo de Benny, de Michael Haneke, que también siguió los pasos de un presentador en Caché (Escondido).

De bailarines, realizadores y meteorólogos
Otros profesionales de lo más variopinto de las cadenas han sido retratados en cine, como el meteorólogo de El hombre del tiempo, en la que Nicolas Cage emulaba a Mariano Medina. Un documentalista que rodaba imágenes submarinas protagonizaba Life Aquatic, mientras que Smoochy, seguía los pasos de un presentador de programas infantiles sustituido por un muñeco de un rinoceronte fucsia. En Ginger y Fred, Marcello Mastroianni y Giulietta Masina eran una pareja de bailarines. En Bocados de realidad, Winona Ryder era ayudante de producción, mientras que Woody Allen encarnaba a un realizador hipocondríaco, en Hannah y sus hermanas. Spencer Tracy era un ingeniero que trataba de informatizar el archivo de un canal televisivo, a las órdenes de Katharine Hepburn, en Su otra esposa. Hasta los ejecutivos y jefazos han sido parodiados en Los fantasmas atacan al jefe y Un ejecutivo muy mono, mientras que el último “mono”, el tipo que instala la televisión por cable, protagonizaba Un loco a domicilio.
No podría haber tele sin anuncios, como el que rueda Bill Murray en Japón, en Lost in Translation. Almodóvar solía parodiar anuncios televisivos, como el de la madre del asesino que lavaba las manchas de sangre de su hijo con detergente, en Mujeres al borde de un ataque de nervios. Dos ejecutivos publicitarios iniciaban una guerra de sexos que derivaba en romance en Pijama para dos, con Rock Hudson y Doris Day. Y por último, es necesario recordar la importancia de los espectadores, como Ellen Burstyn, ama de casa obsesionada por los concursos, en Requiem por un sueño. También se hacía adicto, a una telenovela, uno de los protagonistas de Caro diario, de Nanni Moretti, mientras que la anciana vecina de Ben Stiller y Drew Barrymore, en Duplex, no les deja dormir porque pone la tele muy alta, hasta que éstos instalan un sistema para desconectarla a palmadas. El caso más extremo es el de Peter Sellers, que sólo conocía el mundo a través de la tele, en la memorable Bienvenido Mr. Chance.

jueves, 20 de abril de 2006

Jóvenes 'Aislados'


Acabo de pasar hora y pico contemplando la película española Aislados, opera prima de un tal David Marqués, con dos actores excelentes y espontáneos, Adria Collado y Eric Francés. Éstos interpretaban a dos "colegas" corrientes, que pasan unos días en una casa en Ibiza, conversando, como dos tipos normales de la calle, sobre lo divino y lo humano, en clave humorística.
Filmada en vídeo digital, la cosa tiene su mérito, pues no decae en ningún momento. Pero es como quedar con unos amiguetes. De hecho, son tan reales que parecen auténticos amiguetes. Pero no creo que merezca la pena pagar una entrada de cine por mirar a estos tipos. Si me hubiera quedado aquí, en la redacción, escuchando a Pablo, el redactor, conversar con Jacobo Maquetas, sus diálogos habrían sido muy parecidos.

miércoles, 19 de abril de 2006

Bridget Jones pero en chico


Como siempre me he sentido como Bridget Jones pero en chico, es decir, neurótico, treintañero y con problemas con el tabaco, al menos hasta que conseguí dejar de fumar, siempre había querido escribir un diario. Lo que pasa es que uno, lo aplaza y lo aplaza, sobre todo por puro egocentrismo. Y es que seamos serios, existen pocos escritores como J. D. Sallinger, recluido y aislado, y que seguramente debe seguir escribiendo por puro amor al arte. Los demás, la mayoría de los que yo conozco, escribimos para que se nos lea y los que escriben bien, incluso para que se les admire. Saramago fue el que dijo que escribía para que le quisieran, pero mis palabras reunidas al azar no creo que despierten precisamente cariño. En cualquier caso, si escribo algo es para que se lea. Por eso, el diario siempre me había parecido un poco frustrante, porque salvo el diario de Ana Frank, los diarios siempre suelen ser privados. Lo del blog es todo lo contrario. Es un poco exhibicionista. Te abres aquí a los demás, y probablemente te lee hasta gente que se tope con tu blog accidentalmente.
En fin, señores desconocidos del cyberespacio, espero no aburrirles demasiado.
Los conocidos que quieren saber la historia real de cómo empecé mi carrera en el mundo cinematográfico se van a quedar con las ganas. Un día publicaré mis memorias y tendrán que rascarse el bolsillo si quieren saber toda la verdad.