martes, 25 de abril de 2006
Un granjero de otra época. Crítica de 'Eres muy guapo'
Resulta chocante que el cine estadounidense apenas cultive en la actualidad la comedia que inventaron realizadores como Howard Hawks y Ernst Lubitsch, en Hollywood, en los años 30. En la actualidad triunfan por aquellas latitudes títulos como Scary Movie 4 y otras sucesiones de gags aislados, casi siempre extremadamente soeces. Curiosamente, en algunas ocasiones, el cine europeo es capaz de recoger mejor el testigo de la comedia clásica, en cintas como la francesa La cena de los idiotas, que combinaba personajes bien descritos, con situaciones hilarantes y una convincente tesis de fondo. Sigue el modelo del hilarante film de Francis Veber esta pequeña producción, que superó los tres millones de espectadores en Francia. Supone el debut como directora de la veterana actriz francesa Isabelle Mergault, casi siempre secundaria, que también ejerce como guionista.
El veterano Michel Blanc se luce interpretando a Aymé, un maduro granjero, chapado a la antigua, que tras perder a su esposa se encuentra con que no es capaz de poner la lavadora, sin provocar un desastre (literalmente, resulta que el gato estaba dentro y muere ahogado). Por razones meramente prácticas, acude a una agencia matrimonial, cuya directora, Madame Marais, le aconseja que escoja una chica de Rumanía, país que sufre graves problemas económicos, lleno de chicas deseosas de encontrar al amor de su vida en un país desahogado como Francia. Así, la propia Madame Marais le acompaña a Rumanía, donde se presentan a la prueba de selección numerosas jóvenes que intentan seducir a Aymé, todas ellas usando la misma frase: “Eres muy guapo”. Pero él, que sabe que no es atractivo, desconfía de las chicas que le dicen eso, y echa de menos alguien que tenga unas mínimas nociones del trabajo en una granja, que al fin y al cabo es lo que necesita. Por fin, Elena, una muchacha avispada, necesitada de un porvenir al ser madre de una niña de seis años, le asegura que le encantan los animales y la agricultura, por lo que acaba siendo la elegida.
Encadena secuencias desopilantes (la sesión de fotos en un bar, los intentos del mudo de sacarle una sonrisa a Elena), casi siempre basadas en la confrontación entre los heterogéneos protagonistas. Además, realiza un amable retrato de costumbres sobre la emigración actual en Europa, de los países pobres a los países ricos, tratando de entender la postura de las dos partes (los que llegan y los que reciben), a través de personajes muy humanos. De hecho, el granjero, un tipo bastante gruñón y machista, llega a resultar entrañable, por su riqueza de matices, y por la interpretación del siempre solvente Michel Blanc. Eso sí, la reina de la función es la primera actriz Medea Marinescu, una auténtica rumana, aunque lleva varios años interviniendo en series televisivas francesas.
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