miércoles, 1 de diciembre de 2010

Tim Burton, fantasmas tailandeses y el monje que se ducha

Breve encuentro, El tercer hombre, Marty,La dolce vita, Viridiana, El gatopardo, La conversación, Taxi Driver, Apocalypse Now y Pulp Fiction. Todas ellas tienen dos cosas en común: son grandes obras maestras indiscutibles de la historia del cine, y han ganado la Palma de Oro en el Festival de Cannes.

Así las cosas, este humilde bloguero jamás deja pasar la ocasión de poder disfrutar en la gran pantalla el film que triunfe cada año en el certamen cuyo veredicto suele ser el más fiable y el que mejor ha soportado el paso del tiempo (echad un vistazo a las Conchas de Oro de San Sebastián y veréis qué grandes sorpresas).

Este año Tim Burton fue el presidente del jurado, y por tanto fue el máximo responsable de la excentricidad de premiar a una película tailandesa de fantasmas, Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas, de Apichatpong Weerasethakul (a ver quién consigue aprenderse el nombrecito de marras). La esperaba con gran interés pues se impuso a grandes películas, ya que en esta edición también competían De Dioses y hombres, Biutiful -que es la última de Alejandro González Iñárritu-, Copia certificada -que a mí me apasionó- y la coreana Poesía, que se acaba de estrenar en España y que es buenísima.

Acudí por todas estas razones ilusionadísimo a verla, a pesar de que todos los que habían visto la película antes que yo, por ejemplo el autor de El Blog de Hildy, y los colegas que fueron al Festival de Sitges, me advirtieron que era una película más marciana que el boxeador Rocky Marciano. También resulta bastante significativo que Cahiers du Cinema la considere la cumbre de la postmodernidad.

Confieso también que me va la marcha, o sea que aprecio que un director consiga desorientarme, inquietarme, y hacerme sentir que no entiendo nada, a lo David Lynch, pero en este caso, por favor, ¡qué alguien me explique la película!

Os lo aseguro, la película va de un hombre a punto de fallecer, y entonces (cuidado, spoiler) se le aparecen el espectro de su mujer y de su hijo, ¡que se ha convertido en una especie de simio! Al hombre se le llevan a una cueva a morir, y después de su funeral -en el que los asistentes les dan monedas a su cuñada y a la hija de ésta- un monje sube a la habitación de estas dos mujeres para darse una ducha (fin del spoiler). ¡Eso es to... to... to... to.. todo, amigos!

A la salida del cine intenté que mi amiguete Pedro J., no el director de El Mundo, sino un "compi" que se llama Pedro Joaquín del Rey, me explicara sobre todo lo del monje duchándose, si tenía algún tipo de interpretación, si esas imágenes le sugerían algo o le producían alguna sensación, no sé... algo que explique por qué esta cinta ha recibido el premio más importante del año.

Espero que me lo cuente algún día Luis Miñarro, curioso personaje que merecería una entrada sólo sobre él en el blog, y que está al frente de la producción española de la cinta. Miñarro ha producido también otra de las películas más marcianas de la temporada, Aita, que sin embargo, y aunque también tiene 'narices', me produjo una extraña fascinación, y me hizo sentir cosas. Ojalá pudiera entrevistar algún día a Miñarro, que me "flipa" desde que vi una película dirigida por él que se llamaFamilystrip, en la que había filmado a sus padres hablando. Las imágenes iban a ser un regalo para sus progenitores en su aniversario de boda, pero se dio cuenta de que las anécdotas que contaban, sobre todo su madre, sobre la España de postguerra, tenían bastante interés, así que llegó a estrenarla en el cine.

En suma, que sólo el propio Miñarro me puede arrojar luz sobre la película de Apichatpong Weerasethakul. De momento, no me malinterpretéis, no es que no me haya gustado, sino que me declaro absolutamente incompetente para pronunciarme sobre ella sin más datos. Supongo que a Tim Burton le han estado pitando los oídos toda esta semana, desde que vi la cinta.

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