lunes, 16 de mayo de 2011

Cuando la pasión cinéfila choca con la dura realidad

Los cinéfilos somos gentes que vivimos en un mundo paralelo, marcado por la pasión por el cine, y la mitomanía. Cuando un cinéfilo de pro, como yo por ejemplo, se queda pillado por alguien -ya contaré los detalles otro día-, aunque ella no viva en el mismo mundo, uno no puede resistir la tentación de intentar compartir sus clásicos favoritos con la otra persona, sobre todo si no los conoce.

Consigo convencer a la chica en cuestión de que vea conmigo una de mis tres películas favoritas, la fastuosa Carta de una desconocida, de Max Ophüls, magistral adaptación de una novela corta, también estupenda aunque distinta, del escritor marcado por la tragedia Stefan Zweig.

Siempre se me caen unos lagrimones gigantes en dos momentos. Primero cuando unos tipos hablan durante el entreacto de un concierto a sus espaldas del personaje de Louis Jourdan, y dicen de él que ha dejado de ser una gran promesa hace tiempo y va a la deriva. ¡Claro, su vida se ha ido a la porra porque es un imbécil que no ha sabido compartirla con quien debería!

El segundo 'momentazo' es cuando Louis Jourdan le pregunta a su mayordomo si se acordaba de la chica que ha estado enamorada de él toda su vida, y que él no sabe ni quién es. Y el mayordomo asiente y le pone una cara que expresa algo así como "pues claro que me acuerdo, pedazo de retrasado, ¡tú no te acuerdas porque eres un auténtico imbécil!".

Tengo que decir que la chica en cuestión, que es un trozo de pan, hizo un notable esfuerzo por entrar en mi mundo, y que aguantó la proyección hasta el final. Pero cuando acabó quise conocer su opinión:

En primer lugar, le había chocado mucho que Joan Fontaine interprete a la protagonista también durante su infancia, vestida de niña. Me dijo que quedaba ridícula.

Además de eso, lo que más le había impresionado es que Louis Jordan y Joan Fontaine se dieran un beso, y como consecuencia ella se quedara embarazada. Fue inútil explicarle que en la época en la que estaba rodada la cinta, había que imaginarse todo lo demás.

-¿En serio tú lloras con esta cosa? -me dijo finalmente. Creo que piensa ahora que soy una especie de 'gilipollas'. No me lo ha dicho. En fin, me mandará a la porra, pero yo seguiré pillado por ella en silencio y cuando la vaya a palmar se lo contaré todo en una carta, a ver si se acuerda de mí. Imagino que no.

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