Se cumplen hoy 50 años del estreno de Desayuno con diamantes, que se proyectó al público por primera vez el 5 de octubre de 1961, aunque a España no llegó hasta dos años más tarde. Se ve que eran otros tiempos, y la distribución cinematográfica seguía un modelo distinto, porque si hoy en día una película con grandes estrellas en el reparto tardase tantísimo en estrenarse, la gente se la descargaría alegalmente a mansalva. También se estrenaba antes en Madrid y permanecía allí en cartel mucho tiempo, de forma que iba hablándose cada vez más de la película, y su fama la precedía cuando llegaba a los cines de provincias. Ahora, cada viernes se estrenan 7 u 8 películas, algunas de interés muy limitado, y apenas duran siete días en cartelera. De esta forma será muy difícil que vuelva a haber una película que se haga tan mítica como ésta.Con motivo de la efeméride, me entrevistaron en la radio pública vasca, en el programa nocturno "La noche despierta" de ayer. Me tuvieron quince minutos contando anecdotillas de este gran clásico, por ser el autor del libro "Audrey Hepburn. Icono de la gran pantalla", que ha tenido un gran éxito, ya que ha gustado muchísimo a los cuatro familiares y amiguetes que lo han leído. Me resulta curioso ser el entrevistado, cuando normalmente soy el que hace las preguntas.
Me encanta recordar que muchas mujeres le decían a Truman Capote, autor de "Desayuno en Tiffany's", el libro que adapta la película muy libremente, que estaban seguras de que se había basado en sus vidas para el personaje. Una de ellas incluso le denunció porque al parecer se llamaba Holly Golightly. "Me he informado y resulta que es una mujer obesa de unos 50 años. ¡Ella no puede ser mi Holly Golightly", declaró Capote. "¡Es como si Joan Crawford pretendiera ser Lolita!
Aunque el escritor quería que el personaje fuera interpretado por su amigota Marilyn Monroe, contrataron finalmente a Audrey Hepburn, que lo pasó mal durante el rodaje. Pensaba que la escena en la que busca al gato bajo la lluvia era la más difícil que había rodado jamás, no se llevaba bien con George Peppard, cuyo método de trabajo le sacaba de quicio, aunque luego mantuvieron una amistad hasta que ella murió, y finalmente fue un suplicio la famosa secuencia en la que desayuna en Tiffany unos pastelillos daneses, porque no le gustaban los pastelillos daneses y tuvo que filmar rodeada de una multitud de ciudadanos curiosos que pasaban por allí. Resulta cuanto menos paradójico que a pesar de todo esto, compuso un personaje inolvidable que a sus 50 años se mantiene inalterable y aún hoy despierta auténtica fascinación.



3 comentarios:
Anoche vi la película, me encanto Audrey.
Una peli genial, David, un abrazo.
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