miércoles, 23 de noviembre de 2011

"Arthur Christmas": Todos con Aarman

No hemos acabado noviembre, pero ya está aquí la Navidad. Ya hace un par de semanas que han puesto los turrones en el supermercado, en la Puerta del Sol están instalando ese horrible abeto artificial de Agatha Ruiz de la Prada, y desde septiembre si pasas por Callao no puedes evitar asustarte ante la pantagruélica cola para comprar loterías en la nueva ubicación de Doña Manolita, aunque esto último es tan surrealista que merecerá su propia entrada en este blog.

Confieso que hace mucho me encantaban estas fiestas hasta que el agobio consumista ha acabado con mi paciencia y con mi espíritu navideño hasta el punto de que se me conoce como Juan Luis Scrooge. Cuando los fantasmas de las Navidades pasadas y compañía ya se estaban planteando hacerme una visita para decirme un par de cosas, la compañía Aarman ha logrado el milagro de devolverme las Navidades.

Nos deslumbraron con los cortos de Wallace y Gromit y con joyitas como Creature Comforts, pero la empresa británica no había tenido mucha suerte con su salto a los largometrajes. Aunque Evasión en la granja no fue mal, poca gente fue a ver Ratónpolis y Wallace & Gromit: La maldición de las verduras, lo que motivó que Universal les diera la patada.

Ahora, aliados con Sony, estrenan Arthur Christmas: Operación regalo, por fin una película navideña tronchante y llena de imaginación. Aunque a nivel técnico, Pixar ha seguido apabullando con Cars 2, me atrevo a decir que a nivel global la cinta de Aarman es la mejor en el campo de la animación del año (o casi, casi). ¡Por una vez que Lasseter y compañía bajen al puesto 2 no creo que anden demasiado preocupados!

Es curioso que la compañía Aarman, que se ha visto obligada a rodar con animación digital en lugar de usar la 'stop-motion', especialidad de la casa, reivindique en la trama la calidez de los métodos tradicionales –los renos– frente a la la sofisticación. ¡Lo han hecho con mala leche, sin duda! Ellos logran también algunos momentos emotivos, así que por una vez, las gafas del dolor del 3D sirven para algo: para tapar los lagrimones de los espectadores más sensibles.

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